viernes, 30 de julio de 2010

Ruído de latidos

Sin cadencia, apresurados y amontonados uno tras otro, se escuchan los latidos de un nuevo y diminuto corazón. Es la vida emergente que quiere abrirse paso en la vorágine de otras vidas, el sonido incipiente de una nueva melodía que hará llorar y reir cuando el obligado alimento de las emociones irrumpa una y otra vez en ese mundo hostil que, al principio, todos queremos dulcificar abriendo un telón con decorado de paraíso. Y late para él y para otros, los que lo escuchan de cerca, aquellos que se estremecen con el estruendo de una vida que apenas tiene forma y que ya hace llorar. Aquellos que se imaginan mundos de seda y de rosas, de cabriolas y caprichos, de pequeñas carcajadas y repentinos enojos. Aquellos que se verán reflejados en el iris de sus ojos y querrán hacer suyos casi todos los matices de la genealogía. Y ya sabemos que late con un toque femenino y, por tanto, poderoso, dejando entrever en la música los ecos de un matriarcado de oficio, como habría de haberles correspondido a todas las mujeres del mundo si la Historia hubiese tenido en cuenta las igualdades y hubiese dispuesto la eliminación de los necios.
Y late con murmullo de olas y un cierto tacto de espuma, sedoso corazón que se va aferrando a sus propios componentes, los de la coquetería y el pudor, la pasión disimulada y el deseo, la zalamería, el feliz diseño de curvas, colinas y hendiduras sobre una piel granulada y prohibida para casi toda la humanidad y, sobretodo, con una femineidad sin límites como arma consustancial a la conquista. Así son ellas, así es ya ella.
El mundo se aparta y prepara un diminuto regazo para recibirla, entre miradas y sonrisas, emociones contenidas y deseos de triunfo. La vida descomplicada, desatada y deseada durante un tiempo que pareció una eternidad, un soplo de energía en los aviejados desalientos y una nueva razón de ser para seguir adelante. En Diciembre, en esos días candorosos de dulces y de lumbres, nos hará a todos un poco más felices. Su llegada será como la irrupción del amor, algo sublime e inesperado que nadie ha podido jamás explicar con palabras.
Cuando alguien desea algo fervientemente, Dios, el Universo, y todos los Oráculos del mundo se confabulan para que eso llegue a suceder.
A May.