lunes, 30 de noviembre de 2009

Libros

En la página 56 de una novela que, entre otras cosas, habla de la magia de los libros, se puede leer: "Se levantaron y salieron al corredor. De niño, Jon tenía prohibido ir abajo, a no ser que estuviera acompañado por Luca o Iversen, y nunca había puesto un pie al otro lado de la puerta de roble a la cual ahora ellos se dirigían. A sus ojos, aquella estancia siempre había sido una cámara del tesoro o la celda de una prisión, pero no importaba la insistencia con que lo pidiera, jamás le permitieron entrar. La puerta siempre estaba cerrada con llave, y al cabo de un tiempo dejó de preguntar. Iversen extrajo un manojo de llaves del bolsillo de su pantalón y seleccionó una gran llave de hierro, que introdujo en la cerradura. Al abrirse, la puerta chirrió con solemnidad. Jon notó que se le erizaban los pelos de la nuca.
- Bueno, ésta es la colección Campelli-anunció Iversen, desapareciendo en la oscuridad, más allá de la puerta. Un instante después, las luces se encendieron y Jon dio un paso hacia el interior. La habitación era baja, de unos treinta metros cuadrados, y el suelo estaba cubierto por una gruesa alfombra oscura. En el centro de la estancia, cuatro sillas de aspecto cómodo estaban dispuestas en torno a una mesa baja de madera oscura. Las paredes se veían cubiertas por completo de estanterías y armarios de cristal llenos de libros con las portadas más diversas. La mayor parte, no obstante, estaban forradas en cuero, y la iluminación indirecta sobre las estanterías inundaba los volúmenes y el resto de la habitación en una claridad suave, dorada."

Y en la página 133 de otra obra que también, entre otras cosas, habla de la magia de los libros, se puede leer: "Bramante se levantó instándome a que le acompañase.
- Voy a enseñarte ahora la habitación más luminosa de la casa: ¡el calidoscopio! -exclamó con indudable orgullo.
Me condujo a través de una angosta escalera hasta el último piso del edificio y, una vez allí, penetramos en una habitación que era como una especie de torreón abuhardillado con ventanas en los cuatro costados. El espectáculo de luz y de color que saltó a mi vista contrastaba severamente con la penumbra y la atmósfera espesa de la biblioteca que acabábamos de abandonar. Una multitud de figuras de cristal, distribuídas con gran sentido del orden, y colocadas en sus respectivos pedestales, ocupaban casi todos los espacios de la sala, descomponiendo los rayos de luz que las atravesaban en múltiples reflejos de colores que se esparcían por las paredes, dando efectivamente la sensación de que nos encontrábamos en el corazón de un gigantesco calidoscopio. Algunas figuras resultaban reconocibles en la forma y otras componían extraños giros como si ellas mismas fuesen el producto de su propia involución. La fascinación de la belleza, como tantas veces habían descrito a la ciudad de Venecia escritores y artistas, alcanzaba en aquella habitación, la más alta de la casa, el paradigma de todas sus estancias. Sin embargo, en la disposición de todas las figuras, algo se había hecho con una clara intención: todas parecían rotar, como los astros de un colorista sistema planetario, en torno a una gran figura central, que apoyada sobre un pedestal de mármol verde veteado muy oscuro, ocupaba el centro mismo de la estancia. Se trataba de la figura desnuda de una mujer de larga melena, tendida con un confuso contorneo de piernas y brazos, sobre la que parecían saltar chorros de burbujas o de espuma, al tiempo que su rostro mostraba un gesto libidinoso de complacencia. Jamás había visto una cosa así moldeada en vidrio. El maestro no decía nada. Comprendió que mi recreación solo pedía silencio. Me acerqué a la figura y permanecí unos instantes observándola con fijeza. En la cabriola, uno de los pechos quedaba al descubierto, y los glúteos se exhibían voluptuosos y exuberantes imposibles de ocultarse bajo la espuma pudorosa que cubría otras partes del cuerpo.
- Maestro, ¿todo esto lo ha hecho usted con sus propias manos?
- Con las manos, con la imaginación y con el aire de mis pulmones -respondió con arrogancia-.Este es el producto testimonial de nuestro oficio de maestro soplador. Soplador: el que intenta insuflar por medio del aliento en el cristal semilíquido un alma que dé origen a una forma. Decimos nosotros los vidrieros que es el vacío lo que le da el sentido al recipiente. Pero, finalmente, es la emoción de quién contempla la obra, lo que le confiere a ésta su verdadero valor".

Las dos obras han sido escritas al mismo tiempo. Las dos sitúan a los libros en el lugar de privilegio que les corresponde, desempolvando sin pudor la magia que muchos de ellos llevan implícita, y las dos también, serán capaces de tocar el corazón de los bibliófilos. Sin embargo, no son dos obras análogas y ni siquiera comparables a pesar de que también ambas se constituyen en la primera novela de sus respectivos autores.
La primera reseñada aquí es un thrillers en toda regla, una novela cuasi policiaca, que envuelve al protagonista en una atmósfera de amenazas de muerte y misterio donde las sectas y los libros caminan de la mano desde el abismo de la propia noche de los tiempos.
La segunda, en cambio, es un ejercicio profundo de reflexión a la vez que un juego. El misterio, la emoción y la mayor amenaza que se cierne sobre el protagonista, en este caso, radican en él mismo. Y desde esa atalaya contempla el infierno y el paraíso a un mismo tiempo llegando a descubrir que la eternidad está dormida en la propia palma de su mano.
La primera entronca más facilmente con el lector. La segunda, obliga a ejecutar escorzos imprevistos y algunos incómodos análisis. La primera ofrece una trama vertiginosa, la segunda ralentiza a voluntad los escenarios y se recrea con saña en los sentimientos. La primera engancha de principio a fin y la segunda desengancha, desde el fin hasta el principio, del furgón de esa sospechosa nada de la que siempre hemos creído estar hechos. En la primera el protagonista es un afamado abogado, en la segunda el protagonista es un infractor atiborrado de melancolía, un cazador de emociones que necesita constantemente sobrevivirse a sí mismo, el hombre en busca de sentido, sin más.
Los libros, en cualquier caso, son el altar donde ambos autores llevan a cabo sus sacrificios. Pero los dioses no han hablado desde el mismo oráculo: Una de esas obras ha sido editada en más de veinte países e incluso existe ya un contrato con una compañía cinematográfica. La otra, aún se mueve en los cienos de los muertos anónimos, los sin voz y sin causa que atestan el purgatorio de los no elegidos por la gracia suprema del inoportuno vuelo de una mosca ante las fauces de los que están designados para indicar el camino a seguir. Así son las cosas y así las contamos, que dicen en los telediarios. El milagro, no obstante, ha logrado ver la luz en ambos casos y a ese mensajero nadie lo puede matar.

¡Matadlos a todos!

"¡Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos!". Fue la respuesta que le dio el legado del Papa, Arnaud Amary, el 22 de julio de 1209 al oficial del ejército pontificio cuando éste preguntó, al entrar en la ciudad de Béziers, que como distinguirían a los cátaros de los creyentes.
Nadie puede negar que fue una respuesta eficaz a pesar de los daños colaterales. Una intención, un escenario y un resultado que no nos resulta demasiado extraño. Fijaos para qué sirven los códigos moralistas y las estrategias a pesar de los ochocientos años transcurridos: para mantenerse histórica y plenamente vigentes. ¿Acaso no es eso mismo lo que hacemos hoy en escenarios tan dispares como Oriente medio, Afganistan, América latina, Chechenia, o las selvas amazónicas? ¿Acaso no es la forma y la "maniera" con la que algunos poderosos Estados tratan a todos sus enemigos? ¿Y acaso no es también la vía de apremio con la que algunos Gobiernos abanderados de higiénica democracia "acarician" a las clases más castigadas por el "progreso"? Y ya hurgando en el final de la cadena, ¿no es también el procedimiento que muchos de nosotros llevamos escrupulosamente a cabo con amigos, familiares y compañeros de trabajo a los que nuestra partidista perspectiva ha convertido en sospechosos de aquel medieval catarismo y que, por tanto, pueden llegar a jodernos los planes?
En cualquier caso, siempre estaremos a salvo de cualquier molesta o cojonera responsabilidad a posteriori porque Dios siempre reconocerá a los suyos. Y entonces, como se suele decir, que Dios los ampare. Una programada exclusión de los molestos del banquete que tiene que ser llevada a efecto, hoy más que nunca, con un cierto tinte de ejemplaridad para que cualquier movimiento o generación venidera tome debida nota. Y es que los recursos dulzainos de bienes en especies o en metálico andan, como algunos animales, en período de extinción.
En el siglo XIII se llamaban cátaros y en el XXI hemos sido capaces, al menos, de tecnificar los vocablos: fundamentalistas, indigentes sospechosos, honestos sin fronteras o juanes sin tierra. Basura cósmica que diría la NASA mientras se afanan unos y otros en buscarles un eterno descanso como a los molestos residuos de la radioactividad. El procedimiento de limpieza de basura medieval que llevó a cabo el consejo de Arnaud Amary resultó contundentemente ejemplar y, a juzgar por los resultados, eficaz en extremo. Ningún cátaro osó asomarse después a los siglos posteriores. Todos fueron eliminados por herejes, por infundadas sospechas, o por no rezar a la hora y en el lugar que Dios siempre había mandado. O quizás también porque aparentaban una cultura y una tolerancia que ofendía los más rectos preceptos de la época.
Pero seguimos igual, el ejemplo ha cundido con darwinista precisión. La especie de los maltratadores, de los aniquiladores, está razonablemente a salvo, y la única confusión radica en la frágil línea que separa a los unos de los otros, a los exterminados y a los exterminadores. Si todo continúa por el camino emprendido será dificil situarse en uno u otro lado. La pérdida de referencias camina de la mano del aplastamiento de los principios más tradicionalmente arraigados con la moral y la dignidad del individuo. Sospecho que algo tendrá que ver en ello el anonimato al que nos ha conducido la Banca, el Fisco y el Gobierno de los EEUU, despojándonos de nuestro nombre y apellido y colocándonos, como a los presos de Guantánamo, un número relacionado con el nivel de sectarismo o de productividad como única seña de identidad.
Muchos cuando lean estas cosas dirán que no entienden nada. Otros, en cambio, mirarán hacia otro lado. Ya lo he dicho: la frágil línea roja en honor a la sangre que delimita el sendero del bien y del mal, a nivel global, nacional o individual ya que el orden o magnitud de la colectividad no altera el efecto deseado, será la frontera del mundo.
Algún día acabaremos matándonos todos y entonces la tragedia será no tener a ningún Arnaud Amary para echarle la culpa. Pero el ciclo, como la energía y como la serpiente Uróboros que se crea y se devora a sí misma, seguirá su curso, aunque sea sin nosotros. A los nuevos, buenos y malos, Dios volverá a distinguirlos.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Resistir es vencer.

"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito". ¿Cuántos acudiríamos hoy a un anuncio de este tipo? Seguramente muchos menos de los que estamos imaginando. En aquella ocasión, finales del año 1914, se presentaron más de 5.000 candidatos, y solo fueron elegidos 26. Fue el anuncio con el cual Shackleton reclutó a su tripulación para afrontar a pie la travesía de la Antártida. El Endurance -el barco de la expedición- se quedó atrapado en el hielo y poco después se hundió.
Durante dos años, la tripulación sobrevivió a las peores condiciones imaginables, pero increíblemente, surgió el milagro: todos ellos regresaron a salvo a casa. Uno de los expedicionarios le puso nombre al milagro: Shackleton. Y en efecto así fue. Las excepcionales dotes de liderazgo del explorador inglés permitieron que todos los miembros de su tripulación sobrevivieran.
El lema de siempre de la familia de Shackleton no pudo ser más tributario ni más premonitorio: Fortitudine Vincimus, algo así traducido al español como "Resistir es vencer". Su barco, sin embargo, el Endurance ("Resistencia") no fue capaz de resistir. Pero ¿qué es la materia al lado del espíritu, las traviesas de un barco al lado de la entereza, el pundonor y el sacrificio de los hombres?
A veces conviene traer a la mente el recuerdo de estas epopeyas para alejar a la mosca cojonera que nos solivianta el equilibrio de los días insulsos que nos está tocando vivir. Imagino a Shackleton gritándole uno por uno a sus hombres con mueca de absoluta impiedad y escupiendo hielo y muerte por la boca: "¡Aguanta! !Aguanta!". Y a todos ellos mirando desencajados al plomizo cielo sin entender la estúpida esperanza que clamaba su patrón. Sin el "¡Aguanta!" de cada día y cada noche ninguno de ellos hubiese vuelto a ver a los suyos.
Ahora hemos dado una inadvertida voltereta y la resistencia ha quedado, como las cucarachas, patas arriba. A la mayoría de nosotros nos vendría bastante bien un viajito de dos años por la Antártida. Sin móviles, ni GPS, ni botas de goretex, ni estaciones polar cebra, ni helicópteros de rescate, ni mamma alguna en 20.000 kilómetros a la redonda. Sería el escenario perfecto, el estado amniótico adecuado y merecido para muchos de nosotros. Un fiel recordatorio, sin más, de nuestro origen, nuestra levedad y nuestro incierto y cierto destino. Un paraíso, sin duda también, donde ninguno de nuestros fantasmas actuales tendría cabida. Los insomnios, las hipotecas, la envidia al vecino de abajo y al de arriba, las ansias desmedidas de poseer, la traición al amigo y a los compañeros de trabajo, el miedo escénico a perder algo de status, la rabia sin razones, el estar continuamente cabreado y los mil y un dobleces en cada pronunciamiento, no tendrían lugar alguno ni sentido en medio de la inmensidad de tanta penuria y desolación a 25º bajo cero. Sin referencias, sin luz, sin Dios, abandonados a la ínfima parte de cada uno de nosotros, pero creciendo, creciendo con cada minuto, con cada exhalación cuasi postrera, con cada eco amortiguado por el viento del "¡Aguanta!" en los oídos.
Todos los días busco en los periódicos un anuncio como ese. Yo sé que no sería capaz de alistarme, o tal vez sí. Pero en la búsqueda logro ahuyentar momentáneamente los fantasmas mencionados. También Lutero cuando se sentía tentado por el diablo lo ahuyentaba tirándole pedos. Cada uno tenemos nuestra forma de ahuyentar a los demonios, a los miles de demonios que rondan cada día nuestras cabezas.

Aclaración innecesaria.

Cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre, más radical. Se lo leí a José Saramago en una entrevista, y aunque no me parezco a él en nada, especialmente en el talento, me ví en el acto al otro lado del espejo. A veces tiene uno que oír al otro para comprender lo que pasa. Y me siento así sobretodo en esto de los escritos, en eso que muchos llaman literatura, esa palabra tan gorda donde las sombras de los escribientes anónimos no tenemos cabida. Al menos una cabida mediática. Pero no por eso vamos a dejar de infringir las normas, es decir, de seguir escribiendo. Es el otro aire que también nos ayuda a vivir. Aspiramos ansiosamente las letras, y cuando éstas pasan por las tripas y el corazón, salen expelidas, ufanas unas veces, irreverentes otras, en forma de gritos o susurros por la punta de la pluma o el margen izquierdo de la pantalla pixelada del ordenador. Así que la aclaración solo pretende advertir, a los allegados, a los virtuosos, a los recelosos o a los ultraconservadores, que gracias a los años, a la libertad, a la calvicie, a las arrugas, y a la radicalidad, digo en mis escritos lo que me sale de los cojones, aunque no esté bonito decirlo ni sea lo que conviene decir. El acicalamiento es un asunto individual. Que cada cual se preocupe del suyo y se escandalice con sus propias malversaciones de inconfesables fondos. ¡Gracias años por ser tan cumplidores y haberme conducido hasta el Olympo libertario de esta agridulce y enhiesta -a falta de otras cosas- radicalidad!

sábado, 21 de noviembre de 2009

Con nombre de flor


Como tantas paradojas, tener nombre de flor y apellidarse como una de las ciudades más bonitas de España, no garantiza la hermosura. Violeta Santander es la mujer más nefasta que pasea chulescamente su palmito por el ruedo ibérico del año en curso.
No sé donde ostias acertó a nacer ni cuando, pero quizás algún día, cuando recobre la lucidez que conceden las arrugas y los viejos remordimientos acudan en tromba buscando una inútil redención, entonces, mirando al cielo, implore algunas migajas de perdón. Y aún así lo dudo.
Esta tía -no me atrevo a catalogarla de otra forma- ha sentado una nueva jurisprudencia poniendo patas arriba a un colectivo que, ahora más que nunca, no sabe si llorar o reir con la jodida simultaneidad de sus triunfos y sus tragedias. Una jurisprudencia, sin embargo, de corto recorrido porque el vomitivo juicio que ha expelido por su boca no va a suplir omisiones de la ley ni va a fomentar prácticas similares que conculquen parecidos espectáculos. La susodicha Violeta es un especímen único y a esa unicidad debe remitir su orgullo en lo que le quede de ésta u otras vidas.
Hasta aquí, es decir, hasta ese día en que llegamos a conocer el tufo maloliente de su impresentable complicidad, yo no había sido capaz de sospechar que se pudiese llegar tan lejos en los siniestros resortes de la malintención, el vasallaje, la traición, el tributo al proxenetismo y la estupidez en su más estricto sentido. Confieso que si a mí me encargaran la improbable tarea de crear un nuevo diccionario, elegiría su nombre como única acepción para definir la palabra "puta". Y que nadie se espante ni rasgue sus vestiduras. Es también como define el diccionario actual a las mujeres que actúan con malicia y con doblez. Del primer adjetivo, Violeta ha demostrado que está hecha en gran medida, y del segundo, se ha convertido en un referente institucional para todos los que pretenden dar a entender lo contrario de lo que sienten.
La violencia de género es, junto al paro y la mediocridad, una de las grandes tragedias que mueven los hilos de hoy en esta vieja y sospechosa España. A Jesús Neira casi lo aniquila más el testimonio de esta tía que el puñetazo de una bestia que, como tal, no sabe discernir ni acepta razón alguna. ¿Qué será lo que tiene un individuo como él para que ella se pliegue de forma tan injuriosa a sus deseos? O dicho de otra forma, ¿qué no tendrá ella para ofrecerse a tan mezquina compostura? Lo que tiene él no es dificil de intuir: carne, kilos, mala leche y poco más. Lo que ella no ha debido tener nunca es vergüenza, y lo que no va a volver a tener son derechos por mucho que la impúdica Tele 5 se los pague con generosidad. Ha sido el parangón, la representación mediática de un indignante cutrerío para salvar aquello de lo que nunca dispuso dejando a sus compañeras a los pies de los caballos.
¡Dios te eche, Violeta malquerida, por donde mal no hagas! Cuando supe de ti, me acordé enseguida de una tal Consuelo, mi primera puta allá por los albores de los 70. Mientras lavaba sus encantos en un cubo, recuerdo que me dijo que lo hacía por venganza a su maltratador. ¡Ay, si tú hubieses tenido esos cojones! Espero que cada mujer que se pasea por el mundo, maltratada o no, te devuelva el escupitajo.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Crisis

Visto desde la conciencia retrospectiva del tiempo, parece una burla que hace 2.500 años a Sócrates -según Jenofonte- solo le interesara la formación de hombres de bien, con lo que su misión fundamental parece que se ciñó a la de un moralista práctico. ¿Cuantos de éstos habríamos necesitado ahora, en pleno siglo XXI, para reconducir las aguas a su cauce?
Que la existencia de lúcidos pensadores, filósofos y hombres de ciencia a lo largo de la Historia no garantiza consenso alguno y ni siquiera ha llegado a marcar tendencias ni aún efímeras, es un hecho tristemente constatado. Y si a la exigua cosecha de ahora le unimos los intereses que unos y otros anteponen a sus lenguajes para dotarlos de un cierto sentido criptográfico que impida revelar las verdaderas intenciones o, en el mejor de los casos, la más vergonzante ignorancia, entonces tenemos sobre la mesa la manzana podrida que nadie sabe sanear y que, en términos globales, hemos acertado a llamar CRISIS, crisis, por cierto, también en latín.
Lo vamos a ilustrar con un sabroso ejemplo. La prensa actual ha recogido la opinión de los empresarios más importantes de este país -España, que no Cataluña u otros- acerca de cuales serían las medidas que ellos tomarían para salir de la crisis. Sin citar nombres, por la estricta e intrascendente cuestión de que son los mismos perros con distintos collares, ahí van algunas de sus mágicas y esclarecedoras respuestas para sacarnos del pozo: "Opino que hay que avanzar en un consenso amplio que permita tomar las medidas que nuestra economía necesita para detener el aumento del paro", "Hay que generar aumentos significativos y continuados en la productividad para así disminuir la vulnerabilidad ante la crisis", "Hay que aprovechar la oportunidad que supone la crisis para vencer las resistencias a reformar el marco externo de las empresas", " La tarea prioritaria es definir un programa comprensible y creíble que haga frente a nuestros desequilibrios y debilidades como el desempleo y un déficit público estructural", " Hay que transformar estructuras heredadas y vicios sociales recientemente adquiridos", "Urge crear unas condiciones suficientes para crear empleo", "Es necesario priorizar la reforma del sistema educativo, aunque su impacto sea a medio plazo", "Hay que reducir el nivel de endeudamiento del sistema y reordenar los mecanismos proveedores de financiación en la economía", "Hay que recuperar la unidad de mercado en todos los sectores y liberalizarlos", "Hay que potenciar las escuelas y universidades hasta darles el carácter de excelencia como en Estados Unidos", "Sería muy positivo un gran acuerdo entre Gobierno, fuerzas políticas, sindicatos y empresarios, para sentar unas bases sólidas que permitan sanear la economía", "Sería necesario establecer un nuevo contrato que facilite la creación de empleo y evite los temores que el empresario alberga", "Nuestro sistema educativo debe catalizar la transición a una economía basada en la aportación de conocimiento", "Debemos aspirar a convertirnos en polos de atracción de inversiones con alto contenido tecnológico", " Nuestros costos están por encima de la productividad. O reducimos costos o ambos. La corrupción, ligada a la recalificación de terrenos, deslegitimará el sistema. Sin ética, los países se colapsan".
Cada entrecomillado se corresponde con lo más sustancioso de la opinión de todos esos grandes empresarios. Ante tales propuestas, no es pues de extrañar que el Gobierno ande perdido y nosotros desahuciados. Ya lo he dicho, es el recurso criptográfico de un colectivo al que le han entrado los billetes a mansalva sin otras exigencias que las de abrir de par en par las cajas fuertes, y ahora que ha llegado el momento de pensar, ¡mira que sarta de obviedades y de gilipolleces!
La última de las opiniones mencionadas corresponde a Adolfo Domínguez, y aunque tampoco apunta el camino a seguir, sí que da de lleno en el clavo. Este país está colapsado porque, desde hace unos años, la ética -como el desodorante- nos ha abandonado, o dicho en términos tribales, ha sido echada a patadas. Ya es malo que la corrupción experimente una generalización geográfica y de índole oficial, pero el efecto añadido que produce la ligada a la recalificación de terrenos, deslegitima el sistema democrático en cuanto a sus más estrictas bases. Pero es curioso que no se hable de esto ni en los periódicos ni en los telediarios. Parece que los jueces y la sala solo sabemos de prevaricación, cohecho, malversación de fondos, financiación ilegal y evasiones de capital, y nos estamos olvidadando del verdadero cáncer que sufre la sociedad española en casi todos sus municipios: el incansable "choriceo" de la recalificación de terrenos para provecho de alcaldes, concejales, y en menor o mayor medida, también de algunos técnicos municipales. Se trata de la otra corrupción, la que permiten los planes PGOU y en cuyo sustento han apoyado muchos de aquellos sus posaderas para convertirse en ciudadanos multimillonarios por la gracia de Dios y de la "legalidad". ¿Quién no conoce a alguno de éstos en su esquilmado pueblo? Y encima duermen todas las noches tranquilos, sabiendo que el Torquemada de marras solo puede arremeter contra los tontos que dejaron secuelas de abusos de poder y trasnochados putiferios, agravados con una verbena de facturas falsas, por todos los rincones. La corrupción política es el último impuesto revolucionario que sufrimos todos los españoles y que, a la postre, encarece todo lo que toca. La burbuja esa de la que tanto se habla y que acaba de estallarnos en la cara dejándonos encueros de hocico para abajo, ha sido inflada fundamentalmente con el aire de los "recalificadores" y envuelta en la goma purpúrea de promotores solidarios a los que el reconfortante tufillo del cocido les hizo acudir como moscas. Y ya veis como lo estamos arreglando: los grandes empresarios filosofando con la panza llena sobre el vuelo de las moscas, los banqueros llorando la disminución de sus beneficios en vez de arder mortificados en la hoguera, el Gobierno y la oposición en su papel del pillo y el tonto, los sindicatos como siempre a la vera de su amo, los alcaldes "recalificando" en plena nocturnidad, y nosotros llorando con las lágrimas de todos ellos porque ya no nos quedan otras.
Lo de "el mundo está patas arriba" de Eduardo Galeano debía referirse al mundo de esta aciaga España que solo se nos muestra generosa, a los que somos del sur, con sus inagotables raciones de sol. Últimamente esa luz y ese calor son de las pocas cosas que me consuelan, sobretodo en esos días de nítido horizonte cuando desde mi terraza contemplo la silueta del Cabo de Gata y pienso en los años que lleva erguido entre pócimas de sal y ráfagas de desolado viento. Esa tierra yerma, ese augurio de desierto último, de agradecidas formas de recuerdo y realidad, espero que no se recalifiquen nunca. La vida es una tragedia global salpicada por momentos de ingenua felicidad.

jueves, 12 de noviembre de 2009

San Judas Tadeo.

El escritor catalán Eduardo Mendoza se quedó el otro día sorprendido al observar una cola inmensa de gente que pretendía entrar en una iglesia de Madrid. Para no ser menos, se dirigió a la puerta a ver si podía colarse y participar del reparto de presumibles indulgencias o de otras divinas prebendas. Al no conseguirlo, se acercó a la gente y les preguntó el motivo de la visita: "Es por San Judas Tadeo. Hoy es el día que se nos permite tocarle una pierna y pedirle un pequeño milagro", respondió uno de los devotos. El escritor se marchó satisfecho. Su reciente obra "Tres vidas de santos" le pareció entonces que había sido escrita en un momento oportuno.
Dicen que San Judas, no el Iscariote, sino el Tadeo, fue un santo olvidado por los fieles durante muchísimo tiempo, vamos, que nadie le pedía nada. Y él, claro, andaba indignado y balbuceaba continuamente "el día que se acuerden de mí, se van a enterar qué clase de santo soy". Y un día, alguién se acordó pidiéndole un imposible. San Judas frunció el ceño, pero finalmente, no se sabe si con algo de ayuda de su Patrón o no, concedió el milagro. La noticia corrió de aquí para allá y el santo logró salir, por fin, del armario.
Ahora resulta que San Judas es el santo más milagrero o milagroso de todos los del santoral, y de ahí la interminable cola en la iglesia de Madrid. Tal vez se esté preguntando ante la avalancha que por qué se le ocurriría arreglar a aquel pobre que se equivocó de santo y le pidió un imposible. Y tal vez se sintió también sorprendido ante la divina dimensión de su poder y desde entonces no ha tenido otro remedio que atender con displicencia y piadosa responsabilidad a todos sus devotos, incluso a aquellos que no lo merecían o simplemente le suplicaban que les tocase el gordo de navidad. Menos mal que ha tenido un cierto sentido de organización política al poner tan solo un día del año para que los fieles puedan tocarle la pierna y expresar sus deseos. Los santos también necesitan tiempo para archivar, procesar y darle curso a todas las peticiones, especialmente San Judas Tadeo que está cargado de trabajo por conceder lo que otros no han sido capaces de convenir.
Pues bien, yo que casi nunca voy a Madrid y que de Eduardo Mendoza solo tengo el libro "El asombroso viaje de Pomponio Flato" en mi estantería, no quiero ser menos curioso que el escritor ni menos suplicante que todos esos pacientes fieles de la fila, y así, desde aquí, desde mi desgastado sillón rojo frente al ordenador, desde las largas horas robadas a la noche, desde el filo de una soledad que corta como el de un cuchillo, y desde ese deseado amanecer que no acaba de asomar algo de luz por ningún sitio, voy a pedirle algo yo también al santo. No es un imposible ni el gordo más gordo de esta navidad ya en ciernes, pero si tiene a bien concederlo, será el milagro más grande que nunca haya concedido. También lo relativo tiene parte en esto de la santidad.
Como todas las súplicas, esta mía ha de ser también secreta y por eso no la voy a decir aquí. Pero, a cambio, me voy a comprometer a confesar en este mismo espacio la gracia alcanzada si el santo tiene a bién su concesión, el mismo día en que se cumpla el milagro. Sin embargo, si éste no llega a ocurrir, seré razonablemente comprensivo con San Judas, por el mucho trabajo acumulado y porque debe haber millones que merezcan su atención bastante más que yo.
Gracias San Judas, llamado el Tadeo, el rey de los milagros imposibles y de la paciencia infinita, por conceder o no conceder lo que acabo de pedirte. Gracias.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Las mujeres follan por histocompatibilidad.


Sí, eso mismo es lo que acabo de leer en el "Magazine" del periódico El Mundo. Es decir, detectan en el olor del hombre una serie de elementos esenciales que son determinantes para el emparejamiento porque revelan que, genéticamente, ese macho es compatible para ovular. Es la opinión que vierten los sicólogos Cindy Meston y David Buss en su libro "Por qué las mujeres tienen sexo". La autora del artículo -Silvia Grijalba- mezcla sus opiniones al respecto con las de algunos afamados sexólogos y las del biólogo evolucionista Ambrosio García Leal, con lo que no podemos obviar la intención de dotar al escrito de ciertos tintes de "profesionalidad".
Pero, ¡claro! con las cosas de comer y con los asuntos de follar -perdón por ser tan explícito- no se juega, y los expertos, ante tamaña y caliente complejidad, se pierden en la nube evanescente de sus propias divagaciones. Se trata de indagar en las verdaderas intenciones que mueven a las mujeres para echar una buena siesta en compañía de... y sin llegar a dormirse. Más allá de los asuntos antropológicos y de nuestros afortunados instintos animales, me temo que no hay que buscar las razones en enrevesados laberintos, aunque sí que resulta bastante sospechoso que Meston y Buss hayan basado su estudio exclusivamente en el género femenino. Los machos de la prole debemos ser una rutina al uso que hace ya muchísimo tiempo se despojó de toda máscara de complejidad. Debe ser, porque como he leído en otro artículo, "los hombres no sabemos enfrentarnos a los problemas" y por eso mismo nuestras razones para follar constituyen una simpleza en sí mismas. Confieso, ahora que no hay nadie tras la puerta, que muchas veces es exactamente así, pero ¿por qué queremos dotar a las mujeres de la condición que convierte un excitante abrirse de piernas en un asunto cabalístico? Así nos va, a los unos y a las otras.
Se dice que todavía hay mujeres que usan el sexo no como un fin, sino como un medio, y que muchas mujeres dan sexo a cambio de asuntos como tener una estabilidad económica o un estatus social. La verdad es que putas y putos siempre los hubo y los habrá, pero los sicológos mencionados siguen haciendo incapié en que el insconciente de la hembra humana se mueve en un cierto arraigo con las normas de la edad de piedra. ¿Y nosotros, los machos humanos, no?
García Leal comenta que "los humanos somos la única especie cuyas hembras tienen la menopausia" y con ello intenta justificar la infidelidad de los hombres que buscan a mujeres más jóvenes huyendo de la "atrofia" de fertilidad de sus parejas cuando rondan los cincuenta años. ¿Y las mujeres, no gozan también de episodios de infidelidad, a pesar de que sus parejas no presenten otras menopausias que las referidas al cerebro? Yo creo que estas cosas no hay que estudiarlas en grandes manuales de sexo y comportamiento tribal. Tan solo hay que preguntarle a la cuñada, a la vecina del quinto, a la que luce palmito en el bar de la esquina, o a tu propia hija adolescente -el que la tenga-. Quizás entonces nos daremos cuenta de que no somos tan distintos. Sin embargo Meston y Buss siguen echando leña al fuego al afirmar que "las mujeres utilizan el sexo de distintas formas, desde para atraer a un hombre e involucrarlo en una relación, hasta para hacer que siga con ellas y le sea fiel, o por el contrario pasar de él y hacer que se ponga celoso".
Volviendo a lo de la histocompatibilidad, García Leal afirma que, hasta cierto punto, el olor del otro advierte sobre el estado de la salud y de la posesión de unos genes idóneos para tener una descendencia sin taras, y concluye diciendo que es también a través de esa sutil captación de vientos -por decirlo en lenguaje cinegético- por donde "los humanos nos guiamos para preferir a una pareja lo menos emparentada posible con nuestra familia para maximizar la variedad genética". Demasiado refinamiento, diría yo, para advertir que la jodienda no tiene enmienda. Es como si aún arrastráramos el estigma de lo pecaminoso buscando la justificación del acto en absurdos procesos que han sido capaces de establecer un pacto entre la fisiología y el espíritu para darse un baño de satisfacción. La cultura, para algunos sexólogos, es el elemento moderador por excelencia en toda relación sexual, pero la sexóloga Valerie Tasso parece tener los pies más en el suelo cuando afirma que"Me parece ridícula la vieja confrontación entre si el sexo es algo biológico o algo cultural".
Para concluir con la cascada de opiniones "profesionales" del artículo, y siguiendo esa línea de las razones puramente "cienciológicas" del panorama sexual, me inscribo más con las de Mario Luna, fundador de la Escuela de Seducción Científica, cuando dice" la fantasía reina de la mujer es encontrar a su LDT (Líder de la Tribu) o Príncipe Enamorado, alguién que desde el punto de vista evolutivo podría ofrecer a sus genes las mayores probabilidades de replicación y supervivencia en ésta y generaciones venideras. Dicho Príncipe Azul contaría con la mejor dotación genética, una posición ventajosa y la clara voluntad de asistir, proteger y compartir sus recursos con la mujer de la que está enamorado". Sí, para muchas mujeres, esa podría ser una buena carta de presentación; de hecho, casi todos los hombres conocemos a algunas de éstas, las buscadoras de un Príncipe Azul que ostenta una posición ventajosa, asiste, proteje, saca la basura, y da brillo y esplendor -como el lema de la Real Academia- aunque no resulte demasiado agraciado en sus argumentos físicos.
Pero la realidad es la que es y las vendas en los ojos tan solo sirven, a veces, para llenar páginas en las revistas. Ni el deseo sexual de las mujeres obedece a insospechadas razones de la ultratumba biológica, ni el de los hombres radica en una vastedad que nos ha convertido en la "gran generalización".
Hace ya muchos años, en mi pueblo, Albanchez, se formó un revuelo a las puertas de la casa de una bella moza. Resulta que se había fugado con un hombre bastante mayor que ella. Cuando llegó el alcalde y preguntó qué había pasado, una mujer se acercó y le susurró al oído "Nada, señor alcalde. Solo ha sido fuego...¡fuego braguetorum!". Y el alcalde enseguida lo comprendió.
Y no hay otras razones para bajarse las calzas en un momento dado, el fuego irrumpe desde el mismo centro de la Tierra y ya no hay quién lo pare ni existe más cosa a su alrededor. Los análisis olfativos, en todo caso, vendrán después, como meros asuntos secundarios que miran timidamente al futuro. Pero lo esencial es lo esencial. ¿Acaso no lo intuyó ya el gran Quevedo?:

Estaba una fregona por Enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños, con tal aire y brío
que mil necios traía al retortero.

Un cierto conde, alegre y pacentero,
le preguntó con gracia: "Tenéis frío".
Respondió la fregona: "Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero".

El conde que era astuto y supo donde,
le dijo, haciendo rueda como un pavo,
que le encendiese un cirio que traía;

y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hata el rabo:
"Pues sople este tizón vueseñoría".

viernes, 6 de noviembre de 2009

Corrupción y Termodinámica.

Todo, menos lo que ya sabemos, goza de una razonable explicación. El Segundo Principio de la Termodinámica es el padre de todos los principios de la Ciencia. Una de sus innumerables definiciones dice así: "La cantidad de entropía de cualquier sistema aislado termodinámicamente tiende a incrementarse con el tiempo". La entropía, por otra parte, obedece a conceptos como " Tendencia natural a la pérdida del orden" o "Grado de desorden que poseen las moléculas de un cuerpo". El físico y novelista inglés C. P. Snow (1905-1980) decía que "desconocer la Segunda Ley de la Termodinámica es como no haber leído nunca una obra de Shakespeare". Pero ha sido su compatriota el químico Peter Atkins quién más ha contribuído a que los ciudadanos de a pie nos acerquemos a la comprensión de ese "algo caótico" Principio, diciendo que la idea de que el mundo tiende a ir peor, que sucumbe sin propósito alguno a la corrupción -referida a la calidad de la energía-, es la gran idea encarnada en el Segundo Principio de la Termodinámica. En definitiva, unos y otros expertos nos desvelan cómo el Universo se degrada imparablemente a medida que la energía y la materia se expanden de forma desordenada.
Pues bien, si con algo de humana imaginación llamamos energía a los hombres y mujeres que manejan destinos y recursos de otros hombres y mujeres, y materia, a las ansias desmedidas de enriquecimiento monetario de los primeros, deberemos concluir que el Segundo Principio de la Termodinámica está razonablemente entroncado con la corrupción actual en un sistema sin tapujos e ilustrado que acierta a llamarse España. Y no le demos más vueltas. La corrupcion generalizada e insufrible que se expande como un gas fétido desde A Coruña hasta Almería y desde el Golfo de Cádiz hasta el Cabo de Creus, no es otra cosa que la "inocente" consecuencia del más famoso Principio de la Física. Ahora ya lo vamos entendiendo, hasta tal punto que deberíamos -una vez tomada la suficiente conciencia- sentirnos solidarios. Solidarios con la desordenada expansión de materia y energía a cuyas formas de chaqueta y sonrisa o entallados vestidos de Vittorio y Lucchino no les importan los fondos.
Tampoco resulta muy dificil entender que el proceso, la corrupción, haya ido en aumento. ¡Naturalmente! Es la tendencia del Universo, la tendencia natural a la pérdida del orden, o dicho en términos de información "el grado de incertidumbre que existe sobre un conjunto de datos", lo cual nos conduce de inmediato a comprender y/o justificar, que una reparación pueda costar cinco, quince o cincuenta veces más de lo recomendable, o que unas partidas destinadas a unas cosas se dediquen a sus contrarias, o que 100 más 100 no sean doscientos sino dos por las pérdidas energéticas experimentadas en el proceso de transferencia.
Volviendo al molesto concepto de entropía, ésta aumenta inexorablemente al eliminar las restricciones de un sistema que en su origen gozaba de un orden previo establecido. Por tanto, también resulta fácil preveer que dejando a un lado las restricciones que se derivan del sentido de la responsabilidad, la dignidad, la honestidad, la eficacia, el sacrificio, la vocación de servicio, el respeto a otras fuentes de energía y el sentimiento de culpabilidad, el sistema alcance valores extraordinarios de incremento entre la entropía inicial y final -que así es como se mide- y, en consecuencia, se llegue a determinados niveles de degradación, es decir, de ir a peor en la estructura de un proceso absolutamente irreversible -como todos los procesos de la naturaleza- que a la postre viene a refrendar, con todo su corrupto esplendor, el Segundo Principio de la Termodinámica.
¡Gracias corruptos de todos los Gobiernos, Organismos y Ayuntamientos de España por haberme hecho comprender, por fin, tan enrevesado y, sin embargo, gráfico Principio!

martes, 3 de noviembre de 2009

Una historia en veinte palabras.


Cogió un guijarro y lo lanzó hacia el cielo. Ser un grito es una indecencia que las piedras no entienden.