La diversidad no pertenece a la naturaleza. Es una propiedad de los humanos, un acicate a la vez que un estúpido recurso para escapar de todo tipo de amenazas inciertas. Se ve reflejada a diario en los periódicos y uno la mastica cada día con solo echar la vista hacia los lados. Un día cualquiera como hoy, podemos leer en noticias de última hora asuntos tales como que 2000 turistas han quedado aislados en Macchu Picchu, o que una menor recibe 100 latigazos en Bangladesh al quedarse embarazada tras una violación, o que la ministra Salgado contradice al FMI mostrándose optimista ante el futuro económico inmediato de España, o que Ferrán Adriá va a cerrar dos años el Bulli para regenerarse debidamente, o que, finalmente, Imanol Arias se ríe de sus cuernos comentándole a Carmen Alborch que no caben ni en la Plaza de las Ventas. ¡Con dos cojones! como diría el caústico Pérez Reverte. Como en la vida misma o en los partidos de fútbol, leyendo las noticias, hay un tiempo para cada cosa, para reír y para llorar, para echarse a dormir o para salir corriendo y no echar nunca más la vista atrás. Que el mundo está patas arriba, ya lo dijeron Sócrates y, ayer mismo, Eduardo Galeano, lo cual da idea de que el mucho tiempo no ha sido capaz de darle la vuelta, y así nos movemos, con la torpeza de las tortugas, y la postura premonitoria de las cucarachas.
En cada sitio un letrero y en cada mente una intención, el calidoscopio humano por antonomasia, el mundo divergente que hace que unos cuenten los escasos días que les quedan para morir y otros planeen entre bambalinas el divino derecho a tomarse dos años sabáticos. En la selva unos mueren para que otros puedan seguir viviendo. En la jungla humana unos se arrojan por las ventanas y otros abren los paraguas para que no les alcancen las salpicaduras rechinando los dientes por la molestia.
2000 turistas atrapados en Macchu Picchu parece rendir tributo a la maldición de Pachacútec, el primer emperador inca. La fascinación paisajística e histórica de tal enclave se ha transmutado en un infierno para todos los que llevan durmiendo dos días bajo las estrellas en la plaza principal del poblado pidiéndole explicaciones a la Piedra Hintihuatana (donde se amarra el sol), símbolo taumatúrgico de aquel reino.
Y en Bangladesh perdonan al violador y condenan a la víctima, una menor que había quedado embarazada, a recibir 100 latigazos, y a sus padres a pagar una multa para no ser expulsados del pueblo. Siempre sospeché de las raíces tercomachistas islámicas de alguien que me dijo una vez que él cuando veía a una mujer caminando solo veía un chocho andante. La justicia de ese país debe haber visto lo mismo y algo más: la pecaminosa consecuencia de que tal objeto pueda campar a sus anchas.
Y la ministra Salgado, una vez más, vuelve a intentar meter la burra de culo en el pajar de hojalata de esta triste España, contradiciendo y contraviniendo a los que saben mucho más que ella y a todos los preceptos de la ética y el sentido común. ¿Será por exigencias de su jefe o porque desde sus ojos lánguidos y su rostro bonancible ve lo incultos y gilipollas que son la mitad más uno de todos los españoles?
Y Ferrán Adriá, el gurú de las cazuelas y las espumas criogénicas, anuncia a bombo y platillo que cierra su santuario ¡Pero amenaza con volver dos años después! Dos años de nada donde la panza no mermará ni un ápice y algunos de sus contertulios pensarán momentáneamente en el suicidio. ¿Qué puede inventar ya Ferrán a estas alturas más allá de lo que se mueve a modo de impulsos espirales en la gastronomía del universo conocido? Los genios autoproclamados y, no obstante, consensuados como él, necesitan estar llamando continuamente la atención. Será que debe estar aburrido. La fama guarda también en el armario su disfraz de mosca cojonera. Si cuando vuelva, en el 2014, fuese capaz de sorprender con una buena pipirrana y unos huevos fritos estrellados con chorizo, nos haría a todos un poco más felices.
Y ya, finalmente, en ese mismo marasmo panfletario de noticias, Imanol Arias se palpa unos soberbios cuernos en la cabeza -dónde si no-, y en vez de arrojarse por la ventana, estalla en una sonora carcajada. Hombres como él es dificil encontrarlos. Su Pastora nos ha engañado a todos porque no lo parecía, que es una mujer normal digo, y además siempre he pensado que tenía un no se qué, eso que nos resulta a los hombres tan importante en una mujer y que no sabemos bien qué es.
Pero así son las cosas y así nos las cuentan las noticias de última hora: entreveradas, frescas, de rotundo contraste, emocionantes a dos bandas entre lo dulce y lo amargo, secretas en sus verdaderos ingredientes y sobretodo, sobretodo, milimétricamente estudiadas en sus contenidos proteicos para que disfruten los que verdaderamente tienen que disfrutar. Algo así como cualquier plato del gran Ferrán Adriá.