Espatarrados sobre las páginas digo, que no en el mundo. Supongo que por una estricta y escatológica necesidad. No se me ocurre pensar en otras razones, y más aún, después de observar el ingente farfulleo de motivos esgrimidos por otros. Tal vez todo se deba a una cuestión de vanidad en un momento de entusiasmo para intentar mostrar a los demás aquello que finalmente acabas viendo siempre tú mismo. ¡Qué irrisorio escaparate! ¡Y cuán fugaz! Nos adula absurdamente que nos miren, que se nos observe, que nos valoren, que nos lean, que nos escuchen, que seamos vigilados en definitiva sin darnos cuenta de la consecuente masacre que acaba desplegándose a nuestro alrededor: el vilipendio, la crítica de destrucción masiva, el inútil pero hiriente intento de aniquilamiento de la personalidad que propicia un confuso campo de batalla en el que siempre quedan esparcidos y olvidados algunos restos de nosotros mismos.
Yo soy, como todo el mundo, uno más, y por eso estoy aquí: adecentando mi vieja vanidad a base de construir castillos de arena con las palabras que paren los sentimientos y se mueven de aqui para allá en el fragor de lo cotidiano. Una acción hasta cierto punto honesta y salvadora, casi épica, que nos hace ver sin concesiones a la duda la auténtica deidad que todos llevamos dentro, sobretodo, cuando miramos con buenos ojos a los otros, a los demás. Por eso escribo, por eso leo y por eso observo. Lo de respirar ya es una cuestión baladí.
Yo soy, como todo el mundo, uno más, y por eso estoy aquí: adecentando mi vieja vanidad a base de construir castillos de arena con las palabras que paren los sentimientos y se mueven de aqui para allá en el fragor de lo cotidiano. Una acción hasta cierto punto honesta y salvadora, casi épica, que nos hace ver sin concesiones a la duda la auténtica deidad que todos llevamos dentro, sobretodo, cuando miramos con buenos ojos a los otros, a los demás. Por eso escribo, por eso leo y por eso observo. Lo de respirar ya es una cuestión baladí.
La Recolecta es la radiografía del aire respirado por un hombre en el camino de un año. Un aire que ha entrado y salido por los pulmones y las entrañas según los estados del tiempo y de los ánimos, siguiendo inciertos atajos y temerarias vías de acceso, pero ajeno a las indicaciones previas en el mapa y a las consignas de la Iglesia, los consejos de los mandatarios, las músicas de los aduladores y la filiación de la familia y los amigos. Buena, mala, o redundante, ésta es su cosecha.
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