A veces alargo la vista más allá de lo que se mueve delante de las narices y veo cosas. No sé bien si son como se muestran o reflejan tan solo una apariencia engañosa por saberse encueros ante mis ojos. Es curioso, con el montón de años que tengo y aún no he sido capaz de averiguar qué es lo esencial. Debe ser porque he andado casi siempre entretenido intentando conciliar los aspectos pasados y presentes de mi vida. Ahora, en cambio, aborrezco de ese juego de referencias y por eso me he alejado del mundo para no enfangarme, precisamente, en él. Yo tampoco sé de donde hemos venido ni por qué estamos aquí, pero ese Principio Wagensbergiano que dice que el mundo se divide en dos partes: yo y el resto del mundo, nos acerca, al menos, a entender la sustancia de la que estamos hechos. Desde esa obligada simbiosis de escenario e individuo, la soledad es una condición irresistiblemente natural de los humanos, el amor un espejismo, la ambición una pérdida de tiempo y la tristeza nuestro más abundante y jodido componente. Por eso Benedetti decía que la alegría es una hazaña y a mi maestro Bramante le gusta tanto hacerle trampas a su propio desaliento.
¡Vaya tormenta la de estos tiempos impregnados hasta su noche más lejana de dogmatismo! Nuestro desaliento, como los mercados, también se ha globalizado y cuando buscamos el hierro ardiendo para aferrarnos a él, resulta que algunos códigos universales se han dado la vuelta. Dicen los moralistas que hay que tener fé, y los políticos, que hay que tener paciencia. La fé es algo escabroso, un caminar sin saber lo que hay debajo de los pies, y a la paciencia hay que escupirle en la cara cuando la recomiendan tan abyectos y aprovechados personajes. No, no voy a seguir el camino trazado por otros. Me basto con el mundo completo que nace, fluye y muere en uno mismo, todo un universo individual cuya diversidad -el sufrimiento, la alegría, las emociones, la meditación y la plena conciencia del ser- debiera hacernos crecer en vez de hacernos morir. Pero se nos niega la comprensión de lo esencial y lo cierto es que con el paso de los años la importancia de las cosas se aminora. No logro, sin embargo, atenuar otras miserias. La tristeza cuando llega, llega de verdad, y todo lo que huele a humano se convierte en algo sospechoso. Tal vez ande sumido en una infructuosa indagación, la búsqueda inútil de una identidad que puede ser gemela a la de tu peor enemigo. Solo hay que mirarse al ombligo para aceptar las condiciónes miserables de los otros. Por eso a los errores hay que dotarlos de derechos y de legitimidad siempre y cuando no se pierda la cabeza, es decir, no se pretenda ser un dios en esta maltrecha Tierra en la que nosotros somos los hijos de...su parte más prostituída. Los ínfimos supervivientes de una madre Tierra que hace ya muchos años extinguió, como a los dinosaurios, a sus dioses. En tal escenario estamos, sin saber qué es lo esencial y llorando, ya de viejos, como niños. Algunas veces, ingenuamente, creo saberlo: cuando miro a los ojos a mi perro, o cuando revivo el fuego de antiguos besos, o cuando escucho alguna música en esas madrugadas que convierten en cantos los aullidos de la noche, o cuando veo a los míos radiantes de felicidad, o cuando pienso en mi padre, o cuando...Y, sin embargo, nadie me rodea el cuello con sus brazos antes de que salga el sol, ¿para qué quiero entonces que asome?
La mitad de mis exigüos conocimientos se deben a mi maestro Giulio Bramante. Él siempre ha seguido el consejo de Séneca: "Sigue a tu voluntad" y, en ese camino, se ha hecho un hombre centauro: mitad sabio y mitad bestia. Después de conocerle ya no he vuelto a ser el mismo. Él vive, como Cósimo Piovasco, en las copas de los árboles, "un ejercicio de funambulismo necesario para entender el mundo fuera del alcance de su podredumbre". Yo, en cambio, tan solo fui capaz de subirme a los árboles en aquellos años que, desde las copas, me cagaba sobre los de abajo. Es precisamente lo que hace ahora mi maestro. Lo cual viene a indicar que él ha ido a más y yo a menos. Una evolución, la suya, que tampoco parece haberle indicado el camino capaz de conducir hasta lo esencial. La alquimia, los libros, el enigma de la Historia, su gato Casanova y las curvas deseadísimas de su mujer, son todas las partes de su yo. Lo demás son los residuos del resto del mundo y a ese mundo apenas si se asoma. Así que cada uno nos agarramos al carro por donde más o menos nos escuece. Dicen que el sexo y el dinero son los mecanismos que mueven a toda la humanidad. El Bosco ya lo pensaba hace unos cuantos siglos. Desde luego el virtuosismo no asegura triunfo alguno, y las súplicas a unos y otros dioses de los hombres con decencia, casi siempre caen en saco roto. Tales esencias, las relativas a lo carnal y material, puede que sean las únicas previstas para que no podamos salirnos del tiesto y evolucionar. Y lo demás no es sino la paja, la materia de la que está hecha la otra parte del yo, o sea, el resto del mundo.
1 comentario:
Hope is not the closing of your eyes to the difficulty, the risk or the failure.
It is trust- If I fail now, I shall not fail forever; and if I am hurt, I shall be healed.
It is trust that; Life is good. Love is powerful, and the future is full of promise.
Anonymous
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