domingo, 29 de julio de 2012

"Una noche en el Scriptorium"

          Ha esperado cinco años. No es mucho, ahora que ya han pasado. Cuando las cosas no llegan, el tiempo pierde su condición y el obligado equilibrio temporario deja de tener sentido a los ojos del mortal observador. Pero no ha sido éste el caso. "Una noche en el Scriptorium" ha visto por fin la luz en una ardiente tarde de comienzos del verano y ante la expectante mirada de unas doscientas personas.
Cada uno cumplió allí con su misión: el editor editando, los padrinos ensalzando a la obra y a su autor, éste soltando por los poros de la piel y por su boca sudor y palabras en perfecta comandita buscando ansiosamente una salida, y por último, la gente, los convidados de carne y hueso, la verdadera causa y efecto del acto protocolario, escuchando relajados por sentirse fuera del coso y, en consecuencia,  inmunes al riesgo de las cornadas.
          Hubo elogios, parabienes, vista atrás o muy atrás, mensajes subliminales, labor de marketing, sentimientos diseccionados, complicidades sospechosas, inequívocos afectos, alguna que otra desvergüenza, risas como puntos de inflexión y aplausos al fin y al cabo. Después, besos y dedicatorias, charlas, aspavientos, la hipocresía de rigor y el fin último de todo acto trascendente: las cervezas y el tapeo.
           No estuvo mal. 70 libros vendidos, algunos se los llevaban a pares como en el 2x1 del Carrefour, y otros, los menos supongo, dejaron la compra para mejor ocasión. Pero el autor, aún con las piernas abiertas por el gran parto literario, había cumplido con uno de los grandes sueños de su vida y  hoy, a varias semanas ya del evento, se niega a soltarse del cordón umbilical.
          La mirada indagadora del autor desde el estrado detectó, no obstante, algunas ausencias notorias, unas incomprensibles, otras ciertamente sospechadas y, entre todas ellas, las indiferentes de turno que suelen ser a la postre las que no quitan ni ponen Rey. Y tomó debida nota porque el desprecio hacia un hijo, aunque solo esté compuesto de carnaza literaria, duele más que si le patearan a uno el núcleo de su propia identidad. Y no se trata de un asunto de jodida vanidad, sino de esa punzante dolencia que causan los afectos que no contribuyen en la medida que se espera de ellos. Serán cosas de la subjetividad, confío y supongo.
             Si la obra no hubiese llegado a editarse nunca, su verdadera razón de ser, la estructura subatómica de todo el texto, seguiría ahí, incólume, indestructible y con todos y cada uno de sus méritos y sus deméritos danzando a diestro y siniestro, pero uno sabe que está vivo porque los demás, de vez en cuando, te señalan con el dedo, y por fin "Una noche en el Scriptorium" también ha sido señalada con el dedo. Un señalamiento, en cualquier caso, que animará al autor a seguir con la penosa tarea de escribir. Hay que tener cojones para escribir y la suerte del que encontró la lámpara de Aladino para lograr que sea publicado el trabajo. Pero cuando se conjuntan ambas cosas, el artífice de la tarea siente poderosa esa pulsión de una felicidad que, temporariamente,  se limita a ese instante de gloria personal que no puede ser compartido con nadie por mucho que uno pretenda afanarse en repartir en mil trozos la tarta.
           "Una noche en el Scriptorium" ya está ahí, al alcance de cualquiera. Puede aburrir, abrumar, emocionar o provocar indiferencia, como todo en esta vida, pero ahí está. Son pocos los padres capaces de parir esta clase de hijos con arreglo al cómputo de toda la humanidad. La ventaja de una descendencia de este tipo es que no te va a pedir dinero ni te vas a desesperar porque ya es de madrugada y aún no ha vuelto, y además, cada vez que te sientes frente a él, te verás escrupulosamente retratado, pero como ante un espejo mágico,  solo te mostrará tu cara más amable. "La ficción literaria es la única y verdadera realidad de aquellos que se atreven a escribir" creo y pienso yo.
            Y por último una dedicatoria:  A mi padre y a todos los que han hecho posible que "Una noche en el Scriptorium" vea la luz, Universo incluído.

2 comentarios:

Julio dijo...

Tal como quedamos te mando mi direccion de correo electronico:

juliocevic@hotmail.es

Si quieres contactarme mi telefono es 617 570630, o tambien puedes llamar al fijo de mi casa, que ya lo sabes.

help dijo...

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