lunes, 25 de julio de 2011

A deshoras con mi maestro

- Ya sé que las disculpas son para usted un refrendo más de la estupidez humana, pero perdone, maestro, por importunarle a estas horas...como sé que cuando se desvela se cobija en el laboratorio, he probado a ver si había suerte.
- Querido Juan, los pelos se me ponen de punta cuando te veo asomar a estas horas, aunque sea a través de esta vieja pantalla de ordenador. No voy a perder segundos preguntándote como te van las cosas porque ya las huelo desde este rincón podrido por la penumbra y la humedad, ¡Ah! ¡qué contraste con tu paisaje luminoso y aireado!



- Perdone la frase maestro, pero estoy hasta los cojones de luz y de viento, mucho escaparate y poca esencia, necesito algo de esa luminosa oscuridad suya.



- ¡Ja! ¡mi luminosa oscuridad!...tu preciso lenguaje otra vez. No se puede respirar el aire del otro. El sufrimiento es el único y auténtico patrimonio de cada uno, y hay que procurar decantarlo de nuestro lado para no volvernos locos. ¿Es que andas otra vez con esa cojonera impaciencia tuya?



- No maestro, ya no ando en esas prisas de siempre, finalmente me he dado cuenta de que el tiempo huye, solo busco momentos para estrujarlos al máximo, en ellos se consigue esa conciencia transgresora que nos hace sentirnos rabiosamente útiles a nosotros mismos porque todo lo demás no existe.



- Ya estamos nuevamente, como dos tontos, filosofando para llegar al mismo sitio, ese ínfimo lugar que se nos ha adjudicado en medio de lo inabarcable. ¿Crees que el Universo existiría sin la existencia de la mente observable del hombre? Rotundamente no. Para saber lo que es la nada solo hay que pensar en la no existencia de uno mismo.



- Ahora que lo dice, la otra noche me asomé a la terraza antes de acostarme y allí, encima de millares de luces y debajo de millones de estrellas, pensé en mi padre y en su extrema grandeza y llegué a la conclusión de que la única diferencia entre los vivos y los muertos está en la memoria de los unos hacia los otros. No hay nada más que nos diferencie, nada.



- Desde luego, a partir de ese pensamiento, todos los horizontes resultan alcanzados. Todo en la vida es una cuestión de perspectiva... y de ubicuación, por supuesto. Pero bueno, no creo que sea una noche propicia para rebatir viejas...viejísimas teorías sobre la trascendencia o intrascendencia de los hombres. ¿Qué te pasa? ¿Por qué has osado soliviatarme a tan altas horas de la noche? ¿No te afliges de un viejo torpe y cansado como yo?



- Usted, maestro, no es un viejo, su única torpeza fue permitir que yo llegase a conocerle y no creo que se encuentre cansado cuando en plena madrugada se encuentra urgando en su particular alquimia de las cosas.



- Pues he de decirte que acabas de interrumpir todo un proceso. Estoy a punto de alcanzar el resultado final. ¿Recuerdas que hace un año hube de salir con urgencia hacia Israel porque "un gallo había cantado"? Pues bien, llevo todo ese tiempo descifrando un códice que, por cierto, no tiene nada que ver con ese que han robado en tu país, en Santiago de Compostela, merced a la imbecilidad de esos curas que lo custodiaban; y los resultados alcanzados puedo decirte, sin ningún pudor, que van a suponer la hecatombe de algunos principios fundamentales del Conocimiento. Y hasta aquí es lo que puedo decirte ahora.



- Pues he de decirle yo también que me tranquiliza, no lo del códice ese en el que está trabajando, sino que no haya tenido nada que ver en el robo del otro.



- ¡Por todos mis libros prohibidos y las ansiadas curvas de mi mujer! No está en mi biblioteca porque no he llegado a conocer a los ladinos que han sido capaces de llevárselo, que si no...



- ¿Puedo decirle que es usted un depredador de conocimientos sin ningún tipo de escrúpulos?
- Puedes.



- Pues eso. Le he tocado a la puerta para ver si aún le quedan algunas de aquellas luces que puso en mi camino cuando me permitió visitarlo. Porque se lo dije entonces y se lo digo ahora: usted, maestro, no es de este mundo.



- ¡Ja! Si no lo fuera, mucho habrías de guardarte de mi. En aquel momento solo nos intercambiamos información. Nadie es más que nadie aunque algunos se anulen a sí mismos. De esos son de los que hay que huir. Toda esa basura de los políticos, los dirigentes sectarios del poder y del dinero, los banqueros, los altos clérigos, toda esa nulidad empeñada en ahogar en sus discursos todas nuestras emociones son la verdadera cara del enemigo. Si sabes huir de ellos y encender tus propias luces, te sobrará el mundo entero. ¿Qué puedo yo hacer por alguién que no es menos que yo?
- Bueno, yo solo quería preguntarle qué debo hacer.



- Ya te lo dije: brincar, saltar, moverte, soltar lastres para poder cargar otros nuevos, cualquier cosa menos agitarse. No es bueno para la conciencia cotidiana. ¿Acaso no tienes tu propia autonomía para hacerlo? Nadie puede ponerse en tu lugar ni va a intentarlo. Todo tu mundo es tuyo y solo tuyo y cuando cambia de color no hay que soliviantarse, estrújalo, jódelo tú a el y no al revés, sácale el jugo, moldeálo, mastícalo y aprende con cada paso que el sufrimiento es necesario porque es el refrendo de tu existencia única e inalienable.
- Pero es que es muy fácil decirlo...



- No, no, es mucho más dificil expresarlo, decir lo que te estoy diciendo que llevarlo a cabo. Esto último es la parte esencial del significado de la aparicion de cada uno en el mundo. ¿A cuántos has escuchado decirte lo que te estoy diciendo? No sé lo que te pasa o sí lo sé, pero es igual, mientras no se pierda definitivamente la lucidez se tienen a mano todas las armas para voltear las situaciones y hasta los paisajes. Solo existe aquello que tenemos verdadera intención de sentir o de observar. Por tanto cada uno de nosotros es el Gran Diseñador de su propia entelequia, del propio sentido de su vida a lo largo de su paso por la Tierra. Pero dejémonos de historias...sé que me has llamado para decirme lo que yo ya sé.



- ¡Exacto, maestro! No hay quien pueda con usted. ¿Donde o cómo ha aprendido todo lo que sabe?



- ¡Ja! en esa fuente donde beben los burros todos los días. ¿Quién no puede hacerlo? Pero hay que tener valor y...pocos escrúpulos. Creo que finalmente es una cuestión de saciarse hasta el paroxismo mientras se intuyen los instantes previos a la asepsia obligada de la autodestrucción.
- ¡Joder, maestro! A veces me cuesta trabajo entenderle...



- ¡Y una góndola cargada de excrementos! Tú siempre me entiendes, aunque afortunadamente aún te faltan esos rayos X con los que me deja encueros mi mujer al mirarme. Por cierto, ¿cuántas veces te la has cascado contemplándola desnuda en ese cuadro que tan ladinamente te llevaste para Almería?
- ¿Debo contestarle maestro?



- No hace falta. Solo debes seguir haciéndolo, si no me decepcionarías en lo más profundo de mi carcelaria existencia.



- No tiene usted remedio, me pone usted colorado a pesar de los 2000 kilómetros que nos separan.



- Fue un momento glorioso...o dos. El primero cuando tomó la decisión de pintarse, y el segundo cuando te dio la oportunidad de que la contemplases mientras lo hacía. Me confesó que sintió un orgasmo mientras te veía allí, impávido, con los ojos como platos y temblando como un niño.



- Maestro, ¿cómo puede decirme esas cosas a estas horas?, me está usted poniendo nervioso.



- Bueno, es una deuda que tenía contigo: decírtelo para nuestro propio disfrute, el tuyo y el mío, aunque sea ya un asunto retrospectivo. Tú sabes que te dije una vez que cuando un hombre ama enloquecidamente a una mujer quisiera que la humanidad entera la contemplase y poseyese siempre y cuando estuviese seguro de que uno es y será siempre su único y verdadero amor. Pero como dicha seguridad es utópica en sí misma se da lugar entonces a la aparición de esa mosca cojonera y rabiosamente humana que llamamos celos.



- Pues dejémoslo ahí, maestro, pero un cuadro da para poco al lado de tener a semejante mujer en casa.



- Siempre terminamos hablando de lo mismo, mujeres, el fiel testigo de la derrota integral del hombre. ¿Aún no te has vuelto andrógino?



- No, maestro, pero estoy a punto de hacerlo. Fíjese que anoche tuve un sueño, el colmo ya de mi creciente irracionalidad, en el que intimé con un personaje político femenino de mi país, algo verdaderamente inaudito porque ni por su condición ni por su físico hubiese podido imaginarlo ni de largo. Se trataba de Soraya Saenz de Santamaría, la actual portavoz del Partido Popular principal opositor al gobierno, una chica bajita con un par de buenas paletas y, en mi sueño, con un par también de hermosas tetas a las que estuve aferrado durante todo el sueño cimbreando incansablemente sus abultados pezones mientras ella no paraba de darme besos y enseñar nuestro carnal idilio por todos los pub de la ciudad. ¿Usted, maestro podría descifrar esto, habida cuenta de que ni me gusta, ni soy del partido popular, ni me la ponen los políticos por mucho que algunos de ellos luzcan enhiestas tetas y sugerentes palmitos?



- ¡Claro que puedo! Te estás volviendo un andrógino, vamos un maricón reconducido por los fracasos encadenados.



- Joder, maestro, es lo último que me esperaba escuchar esta noche. Pero si no pasa un día en el que no le eche un buen polvo mental a unas cuantas cuando las veo cabalgando por la calle.
- Bueno, a alguna de esas se le podían echar hasta dos.
- Ja, ja, ja, si nos estuvieran oyendo.



- Pero ellas saben que es así, que pensamos así, y cuando observan lo contrario se decepcionan profundamente. saben muy bien en que posición geográfica de su cuerpo radica la tontuna inacabable de los hombres.



- Espero que sí maestro. Estoy jodido maestro. Y lo peor es que no sé de donde arranca este contratiempo, vamos, sus verdaderas raíces. No sé si soy yo, o las mujeres, o la jodida rutina, o la lengua proboscídea de algunas mariposas, qué se yo, el caso es que su querido amigo Uróboros ha vuelto a aparecer inciando esta vez el ciclo tonto de la vida. Ya sé que está pensando que soy un estúpido por no aprender lo esencial de las cosas sencillas, pero por eso soy yo y usted es mi maestro. Sin embargo tengo que apelar a su compasión por robarle estos minutos en tan mágicas horas suyas.



- Pero, vamos,vamos, ¿cual es el problema? Porque tienes la jodida habilidad de crearlos cuando nada resulta favorable a ello. ¿Por qué le das tantas vueltas a las cosas que solo gozan de una única perspectiva? Es tu mente retorcida y enrevesada la que te castiga siempre por inventar escenarios poco alentadores. ¿Por qué no utilizas esa imaginación portentosa para voltear las situaciones. Las cosas son como son y las personas no pueden ofrecer más ingredientes que aquellos que llevan dentro. Y punto. Uno es lo esencial, el centro mismo del Universo. Si no te gusta un paisaje míralo desde otro lado, o cambia de lugar. Si te decepciona una mujer, date gracias a tí mismo por ser mejor que ella y vomita cerca de ella para que no se acerque más. Y si te sientes triste sin saber por qué date con un martillo en la rodilla y enseguida trasmutarás la tristeza por un berrido que se escuchará cuatro pisos más arriba. Al final vamos a llegar al mismo sitio, pero el camino es una decisión tuya. Riéte del mundo, riéte de ti mismo, disfruta de un buen helado, siéntete un triunfador con todos los buenos polvos que has echado y disfruta con los tuyos hasta la extenuación. Y cuando te sientas derrotado, escribe, escribe y escribe, es un ejercicio que casi nadie se atreve a llevar a cabo y que reconcilia y te hace sentir vencedor sobre los otros. Yo tengo mis métodos, tú lo sabes, pero llego a los mismos resultados. Bastante jodidos estamos con nuestra hijadeputa levedad. ¿Vamos a darle ventajas?



- Ya. Lo sé. Pero siempre reconforta oírselo decir nuevamente, sobretodo cuando uno está nuevamente jodido. Usted, maestro, es un milagro.
- ¡Anda ya! Buenas noches, Juan.



- Buenas noches, querido maestro. Espero que me tenga al corriente de sus avances en el códice ese, y si puede, que contribuya al esclarecimiento de ese otro tan magnífico que le han robado a esos curas gallegos tan imbéciles.
- O.K.





Nota del autor: Mi maestro es un artesano vidriero veneciano, políglota, alquimista y coleccionista de libros antiguos que, además, es uno de los personajes centrales del libro "Entre la oscuridad y el cielo" cuyo autor es este humilde servidor. Pero mi maestro, contrariamente a lo que todo el mundo piensa, no es un personaje de ficción, es uno de los más grandes eruditos actuales sobre el renacimiento italiano, un hombre centauro, mitad sabio y mitad bestia con quién he pactado que jamás ofrezca datos a nadie de su verdadera identidad. A cambio, me oriento con esas providenciales luces que va poniendo en mi camino.








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2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=XAi3VTSdTxU&feature=share

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=VPVaFvFfAyk