miércoles, 7 de enero de 2009

Un nuevo año más y menos.

Acaba de comenzar un nuevo año y no sé qué decir. Los optimistas y los virtuosos dirán que son momentos para la esperanza, y los millonarios andarán frotándose las manos ante las nuevas perspectivas facultadas por las circunstancias. El resto intentará sobrevivir. Un ejercicio, éste último, acuciado de dificultades por la diversidad de los frentes. Ahora no solo hay que luchar para proveer el alimento, también hay que hacerlo contra el desencanto y contra la sombra de uno mismo, tu otro yo, ese que siempre te está pidiendo cuentas e incitando a la transgresión de todo lo que otros parecen haber ordenado. ¿Adonde acudir en medio de la marea? Algunos hemos perdido esa referencia, la de las jerarquías de lo que es mejor o peor, la capacidad para intuir la amenaza y escapar del desastre por el camino más corto o menos desconocido. Y no creo que se deba a un dejarse llevar por estas nuevas corrientes que algunos hipócritas acomodados llaman de la modernidad. ¿Qué es esto de la modernidad? ¿Acaso somos ahora más felices que en tiempos de los romanos? ¿De qué nos sirven nuestros millones de universitarios si solo unos pocos se paran a leer y a pensar? Desde luego nada mejor para alejarse del pesimismo que no perder el tiempo con esas actividades otrora tan peligrosas. ¡Un nuevo año! ¿Cómo afrontarlo si somos el mismo del año anterior? No debemos esperar diferentes componendas sabiendo que vamos a reaccionar con idénticas actitudes y a la postre, dejando a un lado las incidencias, solo veremos que somos un año más viejos. Y entonces, absurdamente, lo celebramos entre guirnaldas y brindis, medio atragantados aún por las uvas como una ferviente ofrenda a la taumaturgia y el deseo, sabiendo también que tan solo son el dulce y afrutado testigo de la cuenta atrás.

¡Un nuevo año! que me dice poniendo cara de payaso sonriente mi otro yo, y sabiendo que no voy a cambiar. ¿Por qué habría de hacerlo? Vine al mundo para ser yo mismo y no el de enfrente. Y además son ya muchos años de aprendizaje, sobresaltos, retoques y reconstrucción y ahora no vamos a echar la casa abajo por más que algunas paredes se hayan levantado torcidas. ¿Quién es el dueño de la plomada? Así que seguiré recelando de los predicadores y los banqueros y despreciando a los políticos, escupitando a los nacionalistas-fundamentalistas, compadeciendo a los ignorantes por su propia voluntad, rechinando los dientes contra la mala educación, aplaudiendo a la gente lúcida, vitoreando a los independientes, agradeciendo a los artistas el aporte de emoción, vibrando con los músicos, respetando todas las creencias religiosas, alegrándome con las alegrías de aquellos que yo creo que las merecen, ignorando a los que no me aportan ni una pizca de emoción, considerando a los libros la gran caja de los sueños, soliviantándome en mitad de muchas noches, fascinándome con la belleza de algunas mujeres, deseándolas a casi todas, adorando a la familia, recordando cada día a los que ya no están, pensando en el amor, sacando fuerzas de donde ya no las hay para continuar un año más echándolo de menos, escribiendo cosas inteligibles y otras no tanto, conmoviendome ante la enfermedad y la desesperanza, aterrándome con la muerte, buscando desesperadamente a Dios, jugando al golf cada vez más, cazando cada vez menos, haciendo el amor circunstancialmente, sufriendo los miedos y las penas en silencio, continuando solo, teniendo cerca a la familia y los amigos, manteniendo la pasión por los coches, haciendo grandes esfuerzos para no perder el equilibrio, intentando salvaguardar la dignidad, conviviendo con las viejas miserias, esperanzado con llegar pronto a ser abuelo, aburriéndome con los que nunca saben qué decir, haciendo promesas, exasperándome con las hipotecas, cabreándome con los estúpidos, riyéndome de mí mismo, queriéndome a mí mismo, rezando por los mios, odiando a casi nadie durante más de un día seguido, discutiendo inútilmente con mi madre, entusiasmándome con la fotografía, idolatrando al chocolate, pensando siempre en comer, llorando a veces en cualquier parte, sintiéndome incómodo con los que no conozco, acomodado en la resignación, no siendo menos que nadie, comprometido con el mantenimiento de la esperanza, viviendo, sobreviviendo y sobretodo repostando paciencias para poder continuar.

¡Un año más! "Dulce es la guerra para quienes no la han vivido". ¡Dispongámonos a vivirla por jodida que sea!

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