
Ahora, en pleno siglo XXI, solo vale el resultado, la cuenta de explotación, los ratios de rendimiento que nos indican que somos más poderosos que los de al lado mientras éstos últimos se tiran desde las azoteas cuando toman conciencia de la desventaja. Y en medio del tumulto corre la sangre por casi todos los rincones de la Tierra, y el hambre y la miseria aniquila a los que llevan ya decenios revolcándose en su propia mierda. Pero ya estamos acostumbrados.¡Qué fácil resulta mirar hacia otro lado cuando la barbarie corre tan lejos y el frigorífico rebosa de alimentos!
Dulce bellum inexpertis! que dijo el poeta griego Píndaro cinco siglos antes de Cristo -dulce es la guerra para quienes no la han vivido-, y qué fácil es diseñarla desde los despachos donde jamás van a salpicar la sangre y las vísceras contra los cristales. En El nombre de la rosa los hombres mataban por un libro, y ahora, ocho siglos después casi nadie está a salvo de los efectos secundarios y devastadores que genera el dinero, el poder, o el odio entre los pueblos y las culturas. Países completamente arruinados por la corrupción y el tráfico de drogas, otros en la agonía de no tener ni agua ni alimento, otros en continua guerra por usurparle al vecino un puñado de bancales, las grandes multinacionales contaminando los acuíferos y desertificando los espacios verdes, y nosotros, los ciudadanos anónimos de a pie, pensando en como joder al que parece que pudiera hacernos sombra alguna vez. ¡La bellum internecinum! la guerra hasta la exterminación. ¡Mirad si no a los telediarios! Ayer volví a quedar sobrecogido viendo pedazos de cuerpos que aún se retorcían y se movían sobre el asfalto en la franja de Gaza en Israel, troncos aún suplicantes y niños con solo media cabeza en medio del aullido de unos padres que vivirán el resto de sus días clamando venganza. Una acción "ejemplarizante" según el Gobierno israelí con trescientos muertos de nada, asumida en plena correspondencia por el portavoz de la Casa Blanca. Aún así, los tiempos cambian y las esperanzas de los hombres se renuevan: el futuro Presidente Barak Obama ya tiene designados los tres nombres para la elección del que será el nuevo hombre en las relaciones entre Palestina e Israel, y los tres son judíos.
Alea iacta es, la suerte está echada que dijo Julio César, y bien echada.
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