
- Hijo, no me has hecho caso. ¿Por qué te empeñas en la marcha? ¿Qué sabes tú de esas tierras y esa gente? No son como nosotros. Te mirarán como se mira al enemigo, recelarán de tí, despreciarán tus obras y tus pasos y jamás sabrán lo que llevas dentro.
- Que más, madre...- ¿Qué más? Ahora mi sufrimiento no tendrá fin hasta que logres volver. Tú aquí eres un hombre, alguien con nombre y con cara. Allí no serás nada, una sombra más y tú lo sabes. Yo no necesito nada y tú tampoco, pero ahora me voy a quedar sin lo que siempre he tenido. Lloraré cada uno de mis días y de mis noches pensando en ti. Imaginaré con dolor las peores desgracias y sufriré con tu sufrimiento desde la distancia. Aquello no es el paraíso y tú lo sabes. Tu fuerza y tu sabiduría no se verá crecida entre aquellas gentes y pan no nos falta, ni sol, ni aire, ni paz. Ya sé que los jóvenes sois así, impetuosos, rebosantes de sueños y de vida, pero siempre he dicho que tu camino está aquí entre nosotros, junto a tu madre que te adora y reza por tí. Ya sé que no te voy a convencer, pero recelo tanto de este viaje...
- No, madre, no voy allí en busca de paz ni de sueños, solo sé que he de ir. Es algo que está por encima de mi condición y de mi raza, una llamada desde mis propias entrañas y te juro que no son cantos de sirena. Necesito saber lo que hay al otro lado del horizonte por mí mismo y no por lo que me cuenten otros. Necesito probar otras suertes y respirar otros aires, sacar todo eso que tú dices que llevo dentro y luchar contra todos los imposibles. Solo así sabré de lo que soy capaz. Y luego regresaré, más hombre, más sabio, más hijo y con más dinero.Y cuando llegue seré de nuevo tu amado hijo, y tu serás mi amada madre, y seremos más felices, y ya nunca más regresaré a esa tierra. Permaneceré aquí junto a tí, en mi casa, con mis cosas, leyendo como tantas veces a la sombra del olivo centenario los cuentos de nuestros sabios ancestros, envejeciendo juntos y cuidando de los animales que tanto nos dan. Ya sé que poco te consuela, pero antes de partir ya estoy pensando en volver. ¿Cómo podría olvidar tus abrazos y tus caricias, los amigos, esta casa y todo lo que ha crecido conmigo? No madre, no voy a abandonarte, pero he de saltar al otro lado del horizonte aunque solo sea para contarte a ti lo que hay allí. Yo sé que lo entiendes madre y comparto tu dolor, pero es el sino de los hombres y la maldición de nuestro pueblo. Solo creceré llegando hasta el otro lado, y una vez allí, seré yo mismo más que nunca, me haré respetar y daré todo lo que llevo dentro, llegarán a quererme y a buscarme, haré amigos y compartiré con ellos el pan y las vivencias, aprenderé cosas nuevas, desterraré las malas, formaré parte de sus clanes como uno más, y muchos tendrán mi nombre siempre en la boca. Después volveré cargado de mundos y vacío de miedos para estar a tu lado hasta el final.
- Ve entonces hijo mío. Pero quiero que sepas que solo seré feliz el día de tu regreso.
- Gracias madre por tu paciencia y tu comprensión. Procuraré que la espera sea corta.
Madre e hijo se despidieron entre sollozos.
La espera se está haciendo interminable. En una aldea cercana a la ciudad de Jiffa, al sur de Mauritania, vive Shabanna Fouad, la mujer que despidió a su hijo hace ahora tres años y que nunca más volvió a saber nada de él. Desde aquel instante, su nombre que significa "mujer que pertenece a la noche", logró alcanzar su verdadero sentido.
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