
Hola. Me llamo Casto Aurelio Wilson de Balboa y mi vida, hasta ayer, ha sido algo menos sonora que mi nombre. El hecho absurdamente extraordinario que acabo de vivir, me condujo de inmediato a una primera reflexión: si el Universo es infinito, existe la absoluta y certera probabilidad de que un número finito de planetas estén habitados por seres humanos, y en alguno de ellos y en un momento determinado que podría ser ahora mismo, por una humanidad cuidadosamente idéntica a la que puebla hoy la Tierra. Si el Universo, en cambio, es finito, esta última probabilidad carece de cualquier sentido, es decir, resulta aleatoriamente imposible. Pero entonces, ¿qué es lo que hay al otro lado? Algo o alguién ha pretendido darme la respuesta y ahora tengo vuelta del revés la piel de la conciencia. Pero voy a atreverme, todavía algo tembloroso, a contarlo mientras sea capaz de evitar salir huyendo del gran diablo de mí mismo del que ahora me siento tributariamente poseído.
La otra noche, anteanoche, creo, alguién que no soy capaz de describir, me llamó en medio del sueño, para invitarme a una reunión extraordinaria, "trascendente, universal y definitiva", según su sosegada y propia voz. Me habló del sitio y de la hora, al amanecer del día siguiente, y me dijo que una vez allí, aún siendo yo el personaje menos significativo, me convertiría en el oído de toda la humanidad, el fiel y único testigo del mayor debate en la historia del hombre y de su particular tragedia. Comenzó a nombrarme algunos de los asistentes y, cuando escuché los nombres de los primeros cuatro o cinco, salté como alma en pena de la cama. "¿Pero qué es esto?", pregunté entre la sorpresa y el terror. La voz continuó nombrando, y yo, con cada nombre, daba un paso más hacia el abismo de una convencida y repentina locura. Cuando acabó con la lista, dejando atrás el tono sosegado del mensaje, ordenó con voz severa: "Debes estar allí. Tú no eres menos importante que cualquiera de los nombrados. Descubrirás el origen del mundo, la materia de la mente humana, la verdadera historia de tu raza y la dimensión del Universo. Si no lo haces, morirás en el transcurso de ese día".
Con el manto más oscuro de la noche aún sobre mis espaldas, completamente fuera de mí e imbuído por una extraña mezcla de terror y de felicidad, me encaminé presuroso hasta el lugar de la cita, un lugar que se me ha prohibido nombrar y desde donde se divisa un vasto paisaje.
Así comienza la narración de un hecho que cambiará inevitablemente el curso de la historia del hombre y pondrá una luz en la comprensión del entorno que le ha rodeado desde el principio de su existencia. Todo ello quedará fielmente reflejado en un libro que la misteriosa voz de la medianoche aún no ha ordenado escribir.
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