martes, 8 de septiembre de 2009

Los antídotos.


Frente a la cotidiana franja de un tiempo atropellado que exige proporcional eficacia y público aprovechamiento, yo hago crugir la tapa de una lata de cerveza. Muy fría, por supuesto. Frente a las prisas por llegar a ningún sitio y quedar bien con la carrera, yo ahora cuento hasta tres antes de lanzar el primer paso. Frente al discurso que allana el camino políticamente correcto de los oyentes y espera paciente su correspondido aplauso o parabién, yo me meto las manos en la nariz hurgando en los volúmenes y en mis historias. Frente a los alardes, los exorbitantes patrimonios y los proyectos adornados de lujo y dispendio, me pellizco en el ombligo para ahuyentar posibles querencias y acto seguido le propino un soberano puntapié a la envidia de otros tiempos. Frente a los sueños de otros pensando en la rentabilidad de mañana, yo espero que corra la noche y, en su larga desvelada, solo intuyo del día siguiente su precariedad. Frente a los que son incapaces de emocionarse con algo que no sean números, claves bancarias, reverencias y deber cumplido, yo me inclino obscenamente ante la clave del último número deshonesto que he montado y me siento emocionado y con el deber bien jodido. Frente a los que son insensibles al ruído de una música o de todas las músicas, a mí muchas de ellas me hacen llorar. Frente a los que te miran con desprecio por no atisbar otros prometedores instersticios, yo les enseñaría sin dudar el redondo y orondo instersticio del culo. Frente a los que solo les interesa progresar, ascender, subir, escalar, alcanzar o conseguir, yo disgredo y transgredo como las cabras, a saltos entre las normas y a risas entre los saltos. La última vez que escalé, socialmente, fué el otro día que me engarranché a una higuera para coger una breva delante de los amigos. Frente a la crisis, un buen polvo y un buen libro. Los libros siempre están llenos de polvo. Frente a los años, más años y que lleguen muchos más. Frente a los tontos, yo miro para otro lado. Frente a mí mismo, también miro para otro lado. Frente al Gobierno, un buen casting pornográfico. Frente a la oposición, un buen Gobierno y más casting pornográfico. Frente a la soledad, una buena sartén de papas con huevos estrellados. Frente al amor, imaginación y la libido bien cubierta. Frente a las mujeres, deseos perversos en la mente y distancia para el olvido. Frente a los amigos, lo que dijo Pitágoras: "El hombre solo puede tener una mujer y un amigo. Las fuerzas del cuerpo y del alma no dan para más". Frente a la muerte, resignación y venganza desde el más allá. Frente a la vida, no hay antídotos. Frente a uno mismo, el Universo entero postrado e incomprensible. Frente a la desesperación, la poesía. Frente a la poesía y junto a ella, entre otros, Jose Manuel Caballero Bonald. Ésta es su espectacular visión de los antídotos:

Tiempo de los antídotos

La edad me ha ido dejando
sin venenos, malgasté en mala hora
esa fortuna,
¿qué más puedo perder?

Llega el tiempo ruín de los antídotos.
Materia devaluada, la aventura
disiente de ella misma y se aminora.

Ya solo quedan rastros de peligros,
una zona prohibida apenas frecuentada,
la pauta exigua de lo inconfesable,
cierto amago fugaz de furia y desacato.

La osadía de bordes delictivos,
los deseos gastados
en los bruscos dispendios de la infelicidad,
la virtud y su inercia depravada,
el amor consumiéndose
como un licor impuro, la excitante
trastienda de la noche,
¿qué se hicieron?

Los años, ay de mí, me han desmentido.

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