¡Recojones! No puedo salir de mi asombro. Debe ser el espejismo tardío de los eternos aspirantes a las mieles del prójimo, sobretodo si éste pertenece a la saga de los untados por la fama mediática que otorga el poder político. Por primera vez en mi vida ¡soy rico! Sí, rico por la gracia oportuna de un referente que se ha cruzado prodigiosamente en el camino, por el arrebato de un ataque repentino de exhibicionismo y honestidad, y por el digno atrevimiento de unos seres encapsulados en una burbuja de colorista y aparente transparencia que atina a llamarse Gobierno de la nación. Sus miembros se han desnudado enseñando sus púdicos y ridículos atributos, y yo, al ver la foto, no he podido dejar de exclamar ¡pero si la tengo mucho más grande que ellos!
Confieso que esa confesión me ha sacado del letargo y, correlativamente, también de la pesadumbre. Ahora resulta que de la noche a la mañana soy rico sin haberlo sabido antes, a pesar de que la única primitiva acertada de mi vida fue un desembarco muy lejos de las playas de Normandía.
Haciendo recuento en medio de esa nocturnidad que tanto aman los avaros, me he dado cuenta de que mi patrimonio es superior, en bastante, al de personajes tan emblemáticos y decisorios como el Presidente de la nación o el de su vicepresidente III Conde Duque Chávez de casi todos los andaluces. Y también de algunos más. Resulta, cuando menos, razonablemente increíble porque en España casi todo es posible, incluso hasta este tipo de representaciones de "cristobicas" enseñando sus paupérrimos fardos. Es lo que nos faltaba para morir con una sonrisa en los labios a pesar de la inanición.
Sí, que todo el mundo se entere: yo, un paria atiforrado de anonimato y vagabundo burgués venido a menos, resulta que tengo mucho más patrimonio, entre bienes inmuebles y bienes a secas, que Zapatero y, no digamos ya, que Manolo Chávez. Pero es que hasta en el pasivo -ese término incómodo que dicen ser sinónimo de gandulería- también los dejo a la altura del betún. Y yo sin saberlo como aquella chacha con los rulos que al abrir la puerta se encontró a Rock Hudson. Confieso nuevamente que la noticia me ha hecho feliz, no sé por cuanto tiempo pero feliz al fin y al cabo. Ahora ya me siento alguien y supongo que lograré dormir sin sobresaltos, y los amaneceres serán rosados cantos de sirena, y el paso de las horas transcurrirá de feliz en feliz augurio, y cada vez que llegue a la gasolinera llenaré el tanque hasta la boca, y en el restaurante, en vez de atiborrarme de tapas lo haré de sabrosas gambas vuelta y vuelta, y a mis hijos en vez de darle el regalo un mes después de cada cumpleaños les adelantaré los de los tres siguientes, y a mi madre, en vez de rapiñarle las vueltas de la compra, le meteré un billete en medio de sus botes de medicinas, y en el supermercado, en vez de fijarme en los artículos de una cifra y una coma, lo haré tan solo en los que están encerrados en una urna de cristal, y cuando suene el teléfono, en vez de temblar pensando en el asesor o en el banco o en el cobrador del ayuntamiento, contestaré ufano levantando orgullosamente la barbilla, y, finalmente, cuando apague la luz rezaré para que Dios me conserve el único patrimonio de los cuatro pelos que me quedan en la cabeza y no otros como venía siendo habitual en todas mis súplicas.
¡Gracias, queridos miembros del Gobierno! Por vuestra generosidad, por vuestra inequívoca muestra de honestidad, por vuestra confesión de sufridos humanos que velan de día y de noche las armas y las almas del pueblo sin que en ningún momento se os haya pasado por la cabeza la más mínima intención de enriquecimiento, por mostrar vuestra malpagado e ingrato oficio, y a ti especialmente, querido Chávez, por ser el más honesto de todos ellos y lastimosamente también el más pobre. Se me ocurre ahora preguntarte ¿qué has estado haciendo durante los casi 20 años como altísimo mandatario de la nación cortijera andaluza? Permíteme, sin embargo, que te diga que debes ser el más gilipollas de todos: con lo cerca que está Marruecos para haber llevado a cabo insospechadas siembras anuales, y con el montón de familiares, allegados y ahijados en quienes podías haberte apoyado para crear pequeños y anónimos reinos de taifas. Pero bueno, tú te lo has perdido, y el resto de tus compañeros de batalla también. Al menos siéntete feliz con la felicidad que yo y una gran mayoría de españoles sentimos ahora, aunque sea una felicidad entroncada con nuestra propia idiosincrasia, la idiosincrasia génica de nuestra ingenua raza ibérica por excelencia, ¡la felicidad del tonto!
¡Qué bien habéis quedado!
1 comentario:
Un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable. Sir Winston Churchill
Publicar un comentario