Todos estamos en el interior de una gran cazuela y como dice Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, solo podemos elegir con qué salsa queremos ser cocinados. Es así de sencillo y así de dramático. Pero qué triste resulta observar la mucha gente que lo ignora. Y no suelen ser precisamente aquellos que andan apertrechados con ingentes cantidades de objetos ostentosos a su alrededor, abrumados por la conciencia de su ridícula y privilegiada posición, no, suelen ser aquellos otros a los que, allá en el fondo, les llega con más intensidad el calor que desprende el culo de la cazuela. Creo que no estoy hablando de cultura sino de conciencia y de reacción. La conciencia para darnos cuenta de que nos están ardiendo los pies y la carencia, por conculcada sumisión y vasallaje, a cualquier estímulo reaccionario ante el desastre.
La Historia nos recuerda permanentemente a los hombres y mujeres del siglo XXI que nos falta memoria y gratitud. No parece que sea mucho lo aprendido después de tantas centurias, y eso que desde Aristóteles hasta Nieszche, pasando por Santo Tomás, Maquiavelo, Ficino, Montaigne y otros se han escuchado muchas voces, palabras al viento que han quedado, como tantas cosas, revoloteando cual mariposas hechas de trozos de olvido. Algo que, sin embargo, no sucede con la ambición, las ansias de poder y la crueldad sobrecogedora indivual o colectiva que, como una burla, camina a hombros de la modernidad. Para eso han servido estos tiempos nuestros: para construir la gran cazuela donde todos vamos a ser cocinados con extraños ingredientes a los que llaman con palabras como Globalización, Libre Mercado, Banco Mundial, o Fondo Monetario Internacional. Los extraños códigos que en otros tiempos vincularon a Nosferatu con Dalí, o a la cabalística vida de San Virila con la imaginería de la obra de El Bosco, ahora resulta que aliena la sufrida vida de un agricultor del barranco del infierno en Albanchez con el tosido de un broker de la bolsa de Nueva York. Ya lo decía mi amigo Bramante, el vidriero veneciano: "Todo está relacionado en una parte o en el todo de todas las partes. Solo nos puede salvar la reacción, el movimiento, sea físico, creativo o intelectual. Un rayo láser exterminador nos está apuntando intentando detectar algo de ese movimiento en un escrupuloso proceso de limpieza de basura cósmica. Lo que poca gente sabe es que ese rayo láser justiciero y exterminador está dentro de nosotros mismos".
¡Hemos de despertar! ¡Salvémonos antes de que se nos cocine en la gran cazuela! La utopía al igual que el horizonte no se puede alcanzar, pero en el intento, al menos, conseguimos caminar. La sumisión debe ser cosa tan solo de los muertos.
La Historia nos recuerda permanentemente a los hombres y mujeres del siglo XXI que nos falta memoria y gratitud. No parece que sea mucho lo aprendido después de tantas centurias, y eso que desde Aristóteles hasta Nieszche, pasando por Santo Tomás, Maquiavelo, Ficino, Montaigne y otros se han escuchado muchas voces, palabras al viento que han quedado, como tantas cosas, revoloteando cual mariposas hechas de trozos de olvido. Algo que, sin embargo, no sucede con la ambición, las ansias de poder y la crueldad sobrecogedora indivual o colectiva que, como una burla, camina a hombros de la modernidad. Para eso han servido estos tiempos nuestros: para construir la gran cazuela donde todos vamos a ser cocinados con extraños ingredientes a los que llaman con palabras como Globalización, Libre Mercado, Banco Mundial, o Fondo Monetario Internacional. Los extraños códigos que en otros tiempos vincularon a Nosferatu con Dalí, o a la cabalística vida de San Virila con la imaginería de la obra de El Bosco, ahora resulta que aliena la sufrida vida de un agricultor del barranco del infierno en Albanchez con el tosido de un broker de la bolsa de Nueva York. Ya lo decía mi amigo Bramante, el vidriero veneciano: "Todo está relacionado en una parte o en el todo de todas las partes. Solo nos puede salvar la reacción, el movimiento, sea físico, creativo o intelectual. Un rayo láser exterminador nos está apuntando intentando detectar algo de ese movimiento en un escrupuloso proceso de limpieza de basura cósmica. Lo que poca gente sabe es que ese rayo láser justiciero y exterminador está dentro de nosotros mismos".
¡Hemos de despertar! ¡Salvémonos antes de que se nos cocine en la gran cazuela! La utopía al igual que el horizonte no se puede alcanzar, pero en el intento, al menos, conseguimos caminar. La sumisión debe ser cosa tan solo de los muertos.
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