Si es verdad que la socialdemocracia actual se caracteriza por sus políticas reformistas ligadas a la participación ciudadana, a la protección del medio ambiente y a la integración de minorías sociales, entonces el PSOE está cumpliendo escrupulosamente su programa circense bajo una carpa donde solo aplauden los idiotas. La frase de Nietszche de que no hay hechos sino solo interpretaciones parece haberlos facultado, desde el engranaje siempre impoluto de la filosofía de prestigio, para legitimar unos planes enardecidos, a su vez, por una representación que interpreta e interpreta sin que el hecho en cuestión sea tenido en cuenta ni tan siquiera como hecho.
Nunca he llegado a entender la nomenclatura política. El ser humano se pasa por el forro de sus vergüenzas, siglas incluídas, todo lo que sea menester para alcanzar sus objetivos. Pero la farsa es menos farsa si está adornada con emperifollados y rimbombantes términos que aluden a ese progresismo que esos mismos actores se adjudican para autodistinguirse de las fieras o de los analfabetos. Aburre, si no asquea, observar a tanto dirigente político atiborrarse continuamente de identidad democrática en un ejercicio que, lejos de chorrearlos de obscenidad, les conduce a autoproclamarse los salvadores de los principios fundamentales y por ende de la propia patria.
Estos socialistas nuestros de ahora se afanan en defender y en que suene y suene eso de la economía del bienestar alegando que no tiene por qué existir un conflicto entre ésta y la economía capitalista de mercado. Y a mí me da la risa y, un instante después, la mala leche más inútil de todas las malas leches. Pero ¿qué se puede hacer contra la estupidez? Desde luego la moto se vende siempre muy bien cuando los compradores son los que son. Por eso se ha creado un Ministerio de Igualdad, y por eso se cierran las centrales nucleares, y por eso también se faculta a las niñas de dieciséis años para abortar y se considera la aceptación de la homosexualidad como un síntoma inequívoco de modernista progresismo. Ya lo decíamos al principio: la participación ciudadana, la protección del medio ambiente y la integración de minorías sociales. Así lo interpreta este PSOE que sabe cuidarse muy mucho del riesgo, por otra parte legitimado y lógico, de ser considerado como un partido ideológicamente marxista o comunista. No. Ellos son de la iglesia interpretativa de la socialdemocracia y por eso Rodriguez se pelea con Zapatero para hacer ver que uno de esos apellidos es más digno que el otro. Y por eso resulta tabú relacionar delincuencia con inmigración. Y también es tabú hablar objetivamente de la Historia pero no de la memoria histórica que desentierra muertos sin tierra para enfrentar de nuevo a las putas Españas de hace 70 años. Y también fué tabú durante más de un año hablar de crisis y ahora todos quieren hacer de Dios resucitando al muerto. Y es tabú llamar al orden a los bancos porque luego se vuelven las tornas. Y es tabú tocarle los cojones y las carteras a los ricos porque son los pobres los que han de pagar el pato y además hacen menos ruído porque tienen menos fuerza para gritar. Y es también tabú que un juez denuncie el uso fraudulento de la Ley Integral de Violencia de Género como ha ocurrido con el juez Francisco Serrano, porque la causa feminista siempre debe estar libre de sospecha en los conflictos y así se aseguran futuros favores de un suculento colectivo.
¿Pero a qué se debe todo esto, este consentido ritual de prohibiciones mentatorias, los mil y un tabúes que impiden llamar a las cosas por su nombre bajo riesgo de ser ajusticiado por esta nueva pestilencia de la bandera rosácea de una socialdemocracia que nos desgobierna de día y que volvemos a soñar de noche? El PSOE y Zapatero han sentado jurisprudencia mientras cae el mundo a nuestro alrededor porque las cosas significan exactamente lo contrario de lo que invocan. Es su particular manera de controlarnos y de llevar lo que resulta políticamente correcto hasta unos márgenes inverosímiles. Maldito buenismo que nos ha dejado sin suela en los zapatos ni defensas en el culo.
El otro día le dí la clave a una persona de la familia, licenciada universitaria. La situé frente a un mapa mundi que estaba colgado en la pared y le dije que señalase donde estaba Alaska. Desvió la vista del mapa mirándome y riyéndose torpemente y a continuación, pasando el dedo sobre Mongolia, dijo: "yo creo que está por aquí". Y se quedó tan pancha. Estas cosas y no otras son las que están dotando de una razonable salud a la actual socialdemocracia zapaterista de los mil y un tabúes y ningún resquicio de luz.
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