
Padrenuestro que estás en todas las partes y pareces no estar en ninguna,
en los cielos y en los infiernos, en las montañas y en los desiertos,
en las aguas, en el aire, en el llanto y en la risa,
en las ciénagas, en los cuentos, en las sombras sospechosas y el ocaso de los días.
Que estás sin haber estado, en el todo y en la nada con todas sus naderías.
Santifícanos Señor como tu propio nombre indica.
Santifícanos a todos, primero a los mas impíos, después a los asesinos,
los corruptos, los ladrones, los bufones, los estúpidos y a nuestros santos políticos.
Santifícales también por la graciosa gracia que tienen. No los dejes respirar,
cólmalos de parabienes, de prebendas y de bienes.
Pero no les des la espalda para que no murmuren con saña
de ti que los has colmado. Todos son así de ingratos.
Venga a nosotros tu reino, o al menos venga un reino para mi y otro para mi mujer,
y véngale para el notario, el alcalde, los concejales, los diputados y todos los delegados.
Venga también para el médico, el boticario, el general y el vicario. Y ya puestos a venir,
véngale para los curas, los beatos, los mafiosos, el abogado famoso y el empresario endiosado.
Y si queda algún otro reino más, debemos dárselo al gato, que también es gente de Dios.
Hágase tu voluntad de una vez y ya por todas. Amarra a los hombres libres,
suelta a los encadenados, destruye todos los puentes, inventa nuevos caminos,
apaga todas las luces, y brilla tú por ti mismo como le corresponde a un buen Dios.
Y que se haga justicia con tu férrea voluntad, así en la tierra como en el cielo,
en las casas, en los plenos, en las guerras, los parlamentos y en todo tipo de infiernos.
El pan nuestro que no es nuestro de cada día y cada noche,
el que nunca hemos sudado, ni ganado o merecido,
el que alimenta a la envidia, llama al enardecimiento, oscurece las virtudes
y nos prepara para el combate de amigos y de enemigos, y hasta de hijos y padres.
No nos lo des hoy, Señor. Tennos hoy sin pan ni agua,
enséñanos a sufrir, jódenos en lo posible, ahóganos de abundancia,
vuélvenos locos de angustia, aléjanos el sustento, sumérgenos en la crisis,
patéanos las entrañas, arrímanos al abismo y una vez todos allí, salva tan solo a los parias.
Y si asoma tu misericordia por cumplido y fiel consejo de la Santa Trinidad
entonces perdónanos nuestras deudas, y también nuestras ofensas, y nuestras gulas y orgías,
y los cantos de sirena, las lágrimas de cocodrilo, las lisonjas, las mentiras,
los mil y un adulterios, los maltratos, las usuras y tantas y tantas lindezas.
Y cundidos con el ejemplo, enséñanos a perdonar a los que nos deben y ofenden.
Menos a uno, Señor, para hacernos recordar que perpetuamos la especie.
Y ya para terminar, no nos dejes caer en la tentación, ni encima de la mujer del amigo,
ni en la cuenta del vecino, ni en la panza del político, ni en la lista del inspector.
Y más líbranos del mal, despacio, Señor, despacio, para que vayamos acostumbrándonos
y dentro de un millón de años soñemos que somos Dios.
Amén.
en los cielos y en los infiernos, en las montañas y en los desiertos,
en las aguas, en el aire, en el llanto y en la risa,
en las ciénagas, en los cuentos, en las sombras sospechosas y el ocaso de los días.
Que estás sin haber estado, en el todo y en la nada con todas sus naderías.
Santifícanos Señor como tu propio nombre indica.
Santifícanos a todos, primero a los mas impíos, después a los asesinos,
los corruptos, los ladrones, los bufones, los estúpidos y a nuestros santos políticos.
Santifícales también por la graciosa gracia que tienen. No los dejes respirar,
cólmalos de parabienes, de prebendas y de bienes.
Pero no les des la espalda para que no murmuren con saña
de ti que los has colmado. Todos son así de ingratos.
Venga a nosotros tu reino, o al menos venga un reino para mi y otro para mi mujer,
y véngale para el notario, el alcalde, los concejales, los diputados y todos los delegados.
Venga también para el médico, el boticario, el general y el vicario. Y ya puestos a venir,
véngale para los curas, los beatos, los mafiosos, el abogado famoso y el empresario endiosado.
Y si queda algún otro reino más, debemos dárselo al gato, que también es gente de Dios.
Hágase tu voluntad de una vez y ya por todas. Amarra a los hombres libres,
suelta a los encadenados, destruye todos los puentes, inventa nuevos caminos,
apaga todas las luces, y brilla tú por ti mismo como le corresponde a un buen Dios.
Y que se haga justicia con tu férrea voluntad, así en la tierra como en el cielo,
en las casas, en los plenos, en las guerras, los parlamentos y en todo tipo de infiernos.
El pan nuestro que no es nuestro de cada día y cada noche,
el que nunca hemos sudado, ni ganado o merecido,
el que alimenta a la envidia, llama al enardecimiento, oscurece las virtudes
y nos prepara para el combate de amigos y de enemigos, y hasta de hijos y padres.
No nos lo des hoy, Señor. Tennos hoy sin pan ni agua,
enséñanos a sufrir, jódenos en lo posible, ahóganos de abundancia,
vuélvenos locos de angustia, aléjanos el sustento, sumérgenos en la crisis,
patéanos las entrañas, arrímanos al abismo y una vez todos allí, salva tan solo a los parias.
Y si asoma tu misericordia por cumplido y fiel consejo de la Santa Trinidad
entonces perdónanos nuestras deudas, y también nuestras ofensas, y nuestras gulas y orgías,
y los cantos de sirena, las lágrimas de cocodrilo, las lisonjas, las mentiras,
los mil y un adulterios, los maltratos, las usuras y tantas y tantas lindezas.
Y cundidos con el ejemplo, enséñanos a perdonar a los que nos deben y ofenden.
Menos a uno, Señor, para hacernos recordar que perpetuamos la especie.
Y ya para terminar, no nos dejes caer en la tentación, ni encima de la mujer del amigo,
ni en la cuenta del vecino, ni en la panza del político, ni en la lista del inspector.
Y más líbranos del mal, despacio, Señor, despacio, para que vayamos acostumbrándonos
y dentro de un millón de años soñemos que somos Dios.
Amén.
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