lunes, 11 de mayo de 2009

Flores erectas, hombres marchitos.








Quisiera conducirme yo a mí mismo igual que se manejan las abejas con las flores: libando cuidadosamente el néctar, procurando no agotar el diminuto manantial de cada una, prometiendo volver con ruido de frágiles alas y un nuevo beso de aire, susurrando bucólicos mensajes que se extienden lozanos entre los pétalos, agradeciendo ser acunadas por un instante que presagia vidas completas, y felices, finalmente, por haber culminado tan amorosamente su delicada misión. ¿Por qué las flores mueren tan pronto y nosotros somos tan distintos a las abejas? ¿Hay algo más dulce que la miel o más frágil que una flor? Debiéramos suplicar el retorno a la profunda intrascendencia, y una vez allí, volver a ser creados, gozar de una conciencia diferente, caminar por una nueva ruta sobre el mapa, olvidados de las ridículas competencias, alejados de engañosas e inútiles grandezas, enajenados del dolor y de la muerte, sosegados ante la misión de cada uno, respetando cada átomo que se cruce en el camino, contribuyendo al bienestar de todo aquello que tenga nuestra forma, pasando de largo por los caminos que no están hechos para nosotros, impregnándonos jubilosos con los olores de cada mañana, fascinándonos con los colores rojo y púrpura de los atardeceres, regresando siempre felices a casa, y manteniendo intactas, como en aquella otra vida, la condición de seres apasionados. ¿Pero a quién debemos suplicar ese nuevo soplo de esperanza? ¿Es posible que el Dios de las abejas y las flores sea también el mismo Dios que hizo a los hombres?

- Hay algo que no me cuadra, Sancho. Veo molinos donde debiera ver gigantes, y eso no habrá de ser bueno para nuestra digna integridad. ¡Anda, apriétale al rucio, que ya lo hago yo con Rocinante antes de que nos desollen como a San Bartolomé!
-¿Por plebeyos, mi señor?
- No, Sancho. ¡Por ignorantes!
- Corra yo entonces, señor. Vuestra merced nada habrá de temer de molinos ni gigantes, más no deberá olvidar cuidarse de las ovejas, esas siempre son lo que parecen.

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