
El día 7 de Octubre de 1805 el alcalde de la villa filabresa de Albanchez redactó un auto en referencia a que la noche anterior, hacia las ocho hubo cierta quimera en la plaza pública del pueblo de la que, al parecer, había resultado un disparo de arma de fuego. Las investigaciones no encontrarían herido alguno, pero llevarían a la cárcel durante varios meses a Andrés Botella y a Matías Cortés, vecinos ambos de la población. Su liberación se produjo cuando finalmente las autoridades tuvieron en cuenta la declaración desde la cárcel del segundo de ellos y que textualmente decía:
"Lo que ocurrió en dicha noche en la plaza no fue otra cosa que una pura diversión que tuvimos con el motivo de haber disparado un trueno que yo el Matías traje de las fiestas de Cóbdar, que se hace en el mes de Septiembre todos los años a Nuestra Señora de la Piedad, y no lo que se nos quiere sindicar, mayormente no habiendo mediado entre ambos en tiempo alguno la menor desavenencia que fuese causa de la contienda que se nos hace cargo y por la que se supone haberse disparado el tiro de arma de fuego que tanto se vocea".
Unos años antes, mediado el año 1767, en la misma villa, Juan linares Botella, como padre de Apolonia Linares Molina, interpuso una demanda contra Bernardo Molina García porque:
"Teniendo dicha mi hija contraídos esponsales de futuro matrimonio con Francisco Molina, de estado soltero, mancebo de la misma vecindad, con el beneplácito de ambas familias, tuvo atrevimiento en uno de los dias del mes de Junio pasado de este año para decir a Antonio Cortés y retirar después ante éste, Matheo y Francisco Molina, vecinos también de esta dicha villa, que si mi hija se casaba con el referido Francisco Molina Belber, ya la llevara manoseada. Así que el enunciado Francisco Molina, su esposo, sospechoso al parecer de la honestidad de la susodicha o conceptuándola de una mujer frágil, se ha retirado de el cumplimiento de dichos esponsales, negándose a reducirlos a verdadero matrimonio y mediante nota tan denigrativa es de presumir que mi hija quede perdida, sin que persona alguna le apetezca (sic) para el santo fin del matrimonio".
Con anterioridad, en el año 1720, en las partidas municipales de la misma villa de Albanchez, figura la siguiente:
"Más trescientos reales que importó el regalo de jamones, miel y siete pares de perdices y propio que fue a llevarlo a la ciudad de Baza a D. Luis Francisco de Cisneros porque no se subiera el cabezón de alcabalas y se quedara en el estado que estaba y le hablara a D. Juan de Miranda de dicho deseo".
Un año antes, exactamente el 19 de Febrero de 1719, el vicario D. Diego de Avellaneda otorgó en la villa de Albanchez la carta de libertad a su esclava Águeda "por lo bien que me a serbido y lo mucho que a cudido (sic) y mirado por mi hacienda y así quiero que se cumpla". Dicha condición de libertad no entraría en vigor hasta la muerte del vicario.
Ya casi recientemente, en 1905, Federico Pérez retrató a todo el pueblo en una carta de apodos en verso que no deja títere con cabeza y que comienza de la siguiente manera:
Contesto a su estimada
del mes próximo pasado
la cual mucho le ha gustado
a Concepción Churrascada.
También le gustó bastante a
Música y Patulea
como ha Cristo el de la Tadea
Juan Bigote y el Campante.
Le agradó a Dulce Meneo
al Bichaco, la Serena,
al Grillo, Manuel el Feo,
Antonio el Chinche y la Pena,
al Quinque y a la Magrosa,
Simón Farache, el Pepón,
Antonio el Lobo, la Rosa
Juan Campiña y el Cabrón. (Y así hasta nombrar a otros 140).
Más recientemente aún, Pepe el Rada, el único taxista de toda la comarca en la Guerra Civil, salía de madrugada una vez a la semana con su chevrolet del año 30 y las luces apagadas a proveer de víveres al cura Antonio Molina Alonso al que tenía escondido en una cueva a 5 km. de Albanchez. De día, el mismo taxista, igual se iba de putas con los jefes milicianos, que asistía a las parturientas en su coche camino de la capital, o tomaba en brazos a su santa madre, la tía Teodosia, hasta dejarla cuidadosamente sobre la cama cuando ésta andaba ya floja por las penas y los años.
Algunos años más tarde, en la década de los 50, otro D. Antonio, el cura párroco del pueblo, se encaramaba hasta el campanario de la iglesia y allí se apostaba cuan largo era con unos prismáticos a vigilar la virtud de sus feligreses. Le gustaban poco las fiestas y el divertimento de la gente. Un día, al salir de la iglesia, se encontró con que dos vecinos, Juan de Juan Lucas y Juan Campano, acordeonistas del pueblo, estaban preparando un baile en la plaza. Ni corto ni perezoso la emprendió a patadas con los acordeones que estaban en el suelo y aguó la fiesta.
Ayer, sin ir más lejos, estuve de nuevo en mi pueblo, Albanchez. Desde la Habana ya no parece el de antes: los ingleses han hecho trizas su fisonomía instalando su pequeño Gibraltar en todos los pueblos de la comarca. Ningún cura se apuesta en el campanario ni se advierte caminando por las calles. Las parturientas y los milicianos ya no necesitan de proverbiales ayudas y los burros de cuatro patas han perdido dos de ellas. Apenas si se habla ya de la tía Teodosia en la casa donde vivió, aunque algunas noches las paredes parezcan respirar con los mismos aires libertarios y de generosidad que ella dejó flotando sobre el ambiente. Los acordeonistas han perdido el acordeón y la partitura. De los apodos ya casi nadie se acuerda. Todos los esclavos han conseguido la carta de libertad y, recelosos, la rubrican cada día escuchando boquiabiertos en la tele los discursos de los políticos. Tampoco se llevan regalos de aquí para allá porque no hay miel, ni perdices , ni vergüenza, ni cabezón de alcabalas. Las hijas con esponsales contraídos ya no tienen nada que temer si son manoseadas; las otras son las que resultan sospechosamente señaladas con el dedo. Y los truenos de las fiestas son "petardos follaos" que ya no confunden a nadie, y a los asesinos, no merece la pena buscarles y aún menos encarcelarles.
!Viva mi pueblo! No sé bien si el de antes o el de ahora. A ver qué dicen los aguacilillos que esos sí que saben de historias, de fregaos y de refriegas.
Nota del autor: Los párrafos entrecomillados sobre los hechos históricos narrados han sido extraídos de la obra "Arquitectura e Historia de Albanchez" de Antonio Gil Albarracín.